¿Qué puedo decir o escribir en este último capítulo? Tengo muchas
historias con las que seguiría alimentando mi blog; pero todo tiene su
principio y su fin, y con nostalgia buscaba una historia que cerrara con broche
de oro este primer ciclo.
Pensé que sería bueno escribirles sobre mis quince años, y como un
amor de aquella época me enfrentó con mi familia, pero la llamada de David me
dejó helada.
- Acabo de ver a Alfonso – soltó la noticia como si se tratara de una
noticia cotidiana como si hubiera visto a la tal Teresa, o Pepe (el vecino
simpático) -. No te quedes callada, dime algo carajo. ¡Madre mía! Creo que la
noticia te causó un desmayo. Voy para allá.
- No seas tonto – mis palabras se escucharon ahogadas. Respiré hondo y
recuperé el aliento -. ¿Qué diablos estás diciendo?
- Hijita mía, lo vi cuando salía del aeropuerto. En un inicio creí que
estaba soñando o confundiéndolo con alguien más, pero luego de verlo a unos
metros y compararlo con las fotos que me mostraste me di cuenta que era él. El
mismo peinado, los mismos ojos engatusadores, y ese porte tan varonil. Es él
Fermina.
En momentos como este una mujer quisiera que el tiempo se detuviera.
Ponerle pausa como a las películas del DVD. Pero sabes que en la vida real eso
imposible.
Tantas imágenes vinieron a mi mente que me resultó imposible
evitarlas. Eran un vendaval de recuerdos que sin darme cuenta había guardado y
que ahora se escapaban tan fresquecitos como si todo hubiera sucedido ayer.
- ¿Qué harás mujer?
- No lo sé, y no quiero saberlo. Han pasado más de ocho años desde que
él decidió irse a California, y ocho años donde las heridas dejadas por su
mejor amigo y él fueron curadas.
- Pero no crees que merece al menos un saludo después de todo lo que
hizo por ti.
- Please David, no me hagas sentir culpable. ¿Qué ganamos hablando?
Han pasado más de ocho años. Él debe de haber formado ya una familia. Tendrá
una casa, niños en el kinder y una esposa que lo espera en casa.
- Nada de eso hijita. Sigue soltero.
- ¿Y tú cómo lo sabes?
- Me lo dijo antes de despedirnos.
Si la noticia de su aparición me dejó como la canción de Shakira:
“bruta, ciega, sorda, muda”; la confesión de David me dejó con el corazón en
suspenso.
- ¿Qué diablos estás diciendo? Ustedes nunca se conocieron como para
charlas de esos temas.
- Lo sé, pero la persona que fui a recoger si lo conocía lo
suficiente, y fue quien me sacó de duda cuando lo llamó por su nombre. Viene al
matrimonio de su hermano menor. Estará aquí un par de semanas y luego viajará a
México por negocios.
Mi estómago era un congestionamiento de mariposas que revoloteaban sin
descanso. ¿Qué pasaba con el mundo? ¿Qué le había dado al destino por joderme
otra vez?
Hace unos días había dejado de salir con un americano. Entendí por tercera
vez en mi vida que por más conviva y trabaje con ellos, nunca asumiré sus
costumbres. Luego de esta experiencia prometí no salir nunca más con algún
‘gringo’.
Estaba pensando en tomarme un tiempo, retomar las salidas con mi
inseparable amigo, David, y ahora él mismo se encargaba de darme esta noticia, que
no sé si llamarla buena o mala.
Pero las mariposas seguían allí y tenía que averiguar si la noticia era
buena o mala, y David tenía razón: Alfonso merecía un saludo mío a pesar que yo
nunca lo traté como se lo merecía.
En los primeros capítulos de este blog mencioné que hubo tres hombres que
acribillaron mi corazón y otros tres a quienes lastimé yo, bien Alfonso es uno
de ellos.
- ¿Y qué quieres que haga? – pregunté.
- Esto no se puede hablar por teléfono hijita, ahora mismo te voy a
ver, mientras tanto recupérate y cambia esa cara de espanto que me imagino la
tienes. Mira, lo único que sé, es que en todo el tiempo que te conozco siempre ha
habido cierto recelo para con los hombres, pero para Alfonso fue todo lo
contrario. El destino lo trajo por algo.
Las últimas palabras de David no son nuevas para mí, al contrario las
conozco demasiado, y sólo lograron ponerme más nerviosa.
Cuando mi amigo llegó me puso al tanto de como sucedió el extraño
encuentro: La noche anterior su hermana le rogó que recogiera a su cuñada,
Gabriela, una mujer muy atractiva, que según él de haber nacido con más
hormonas masculinas se la hubiera cogido porque le parecía simpática y ella también
se le había insinuado a pesar de conocer sus preferencias sexuales.
- Con mucha cólera acepté hacerle el favor a mi hermana y cuñado. Ambos andan tan ocupados organizando
la fiesta de quince años de mi sobrina…. En fin, estuve puntual en el
aeropuerto, bien fashion como siempre para demostrarle que a pesar de ser gay
tengo más clase que los hombres con los cuales se revuelca en la cama – sonrió.
- ¿Pero cómo sucedió el encuentro con Alfonso?
- Mientras esperábamos las maletas, él apareció. Desde que lo vi su
presencia me llamó la atención. Muy guapo el tipo. Cuando Gabriela recogió su
maleta y levantó la mirada lo llamó por su nombre. Se notó su sorpresa porque
al verla arqueó las cejas, pero luego la reconoció. La trató con respeto, sin
ninguna coquetería que me hiciera sospechar que el cabrón se la haya cogido
alguna vez.
Gabriela nos presentó, y fue cuando conecté su rostro con las fotos
que me mostraste.
- Volví a Dallas porque se casa mi hermano menor. Tomé mis vacaciones,
así que aprovecharé estas dos semanas para visitar viejas amistades – sonrió -.
Cuéntame ¿y tú qué haces aquí? – le preguntó a Gabriela tomando sus dos maletas.
- También vine a visitar a mi hermano.
- Que es mi cuñado – sonreí sin quitarle la mirada al hombre.
- Me imagino que ya estás casado – le inquirió Gabriela -. Hace varios
años que no te veo.
- Estuve a punto, pero un improvisto me ayudó a no cometer el error.
Sigo soltero, ¿y tú? Una mujer tan simpática no puede estar soltera.
- Lo estoy, y si quieres pareja para el matrimonio de tu hermano te
puedo acompañar – respondió la muy regalada. Alfonso sólo sonrió, contestando
que ya tenía pareja.
- No pienses mal. Seré la pareja de la hermana de la novia. Tú sabes,
para que no se sienta sola.
- Con tantas redes sociales y toda la cosa no están ayudando a unir
parejas hija mía – con esta frase mi amigo finalizó la historia.
David se levantó del mueble, fue por un vaso de jugo de naranja a la cocina
y regresó al mismo lugar.
- Hijita, para resumirte la historia. Alfonso se hospedará en el Hilton
Hotels – se tomó su vaso de naranja, me dio un beso en la mejilla y deslizó en
mi mano la tarjeta personal de Alfonso.
- Él está esperando tu llamada – me dijo guiñándome el ojo con una
sonrisa cómplice.
Cerró la puerta, y acá estoy, con la tarjeta en mis manos leyendo el
nombre completo de Alfonso y sin saber qué hacer.