Una de las cosas que
aprendí en esta vida es a sembrar amigos, claro que a veces las cosechas no
resultan tan fructíferas como uno quisiera, algunos –la mayoría– resultan ser
lo que esperabas y los otros simplemente los descartas como cuando seleccionas
las frutas: las buenas de las malas.
No me puedo jactar de
tener un millón de amigos como dice la canción de Roberto Carlos, nada de ello,
pero sí de tener a aquellos que te hacen sentir bien, los que siempre están ahí.
Es así como conocí a
muchas parejas felices, a las cuales siempre respeté y nunca se me pasó por la
cabeza robarle el marido a esa amiga, pero no todas pensamos lo mismo, por eso
las mujeres casadas tienen un radar para detectar a las zorras arrabaleras.
Adela es una de las pocas
amigas que frecuentaba y podía pasar una tarde completa en su casa sin que
asaltara el temor de querer cogerme a Román, el cuerazo que tenía por marido.
- Mija,
le puedes preguntar a Adela cómo le hizo para conseguirse semejante tipazo. No
sale sino es con ella. Cuando he intentado platicar con él, responde lo
necesario y siempre me dice que ya tiene que irse a su casa. Hasta en una
oportunidad llevé una blusa trasparente para que notara mis pezones y nada – me
confesó Mariana, una amiga que tenia el calzón flojo y siempre estaba a la caza
de hombres guapos y en ello no diferenciaba entre casados o solteros. Solo
quería llevárselos a la cama luego gritar a los cuatro vientos que era un
nombre menos en su lista, como si fueran trofeos. Pero con Román no pudo.
- Quien
sabe Adela hace todo en casa para que Román no tenga que salir a buscar a la
calle – sonreí -. Pero please Mariana no la riegues, ellos son una pareja
feliz. Dirige tu olfato de zorra hacia otros horizontes.
- Yo
veo algo raro en esa relación.
- No
hables cosas que no son – le dije para luego dejar a Mariana sola en la barra
del bar cuando aparecía un joven de porte atlético y ella supo que esa noche le
seria larga.
Una tarde cuando regresaba
de cenar con David de unos de sus restaurantes favoritos encontré a Adela
esperándome en la puerta de mi departamento. Ambos se conocían muy bien y se
saludaron naturalmente, pero la sonrisa de Adela era forzada.
- Puedo
hablar contigo Mina.
- Claro,
como no.
- Lo
siento David, pero es tema de mujeres.
- Claro.
Entiendo, un gay no es ni de un bando ni del otro – sonrió -. Además ya me iba,
en media hora me espera un moreno con quien estoy saliendo. Nada que envidiar a
tu marido – el comentario originó unas carcajadas en conjunto.
Ingresamos
al departamento luego de ver a David subir a su auto.
- Román
me engaña – me dijo sin darme tiempo de preguntarle si quería beber algo.
- ¿Qué
rayos dices?
- Es
verdad – no pudo contener más sus lágrimas y empezó a llorar. Me apresuré a
abrazarla sin saber qué decir. Lloró desconsoladamente intentando disipar el dolor
que sentía por tal traición.
- Pero
¿cómo es que lo sabes? – pregunté cuando se calmó.
- Encontré
un brasier negro en su saco. No es mi talla y hasta el aroma es diferente al
mío.
- ¿Cuándo
lo descubriste?
- Hoy
por la mañana cuando decidió ir a trabajo con el saco azul y no con el marrón.
Ayer como todos los jueves llegó tres horas después a casa, pero eso no es de
hace poco sino desde hace años. Según él por el trabajo, pero nunca sospeché
algo así.
- ¿Y
se lo dijiste?
- No,
no supe qué decirle. Me duele tanto que puedo cometer una barbaridad. Además
hoy llegó normal como siempre amoroso atento con nuestros dos hijos. Y yo no
podía seguir en la casa actuando como si fuéramos la familia perfecta. Le dije
que vendría a verte ya que no soy de tener muchas amigas.
- Eso
me lleva a deducir que quieres mi ayuda. Y claro que la tienes, sólo dime qué
quieres hacer.
- Me
acordé que hace un tiempo me presentaste a Mario, un muchacho que era
investigador privado.
- Oh
por Dios, hasta yo me había olvidado de él, pero ya te imaginarás por qué la relación
no fue a buen puerto. Cada vez que venía a verme se percataba de cada detalle
al estilo Sherlock Holmes: “Cambiaste de
ambientador o vino algún amigo a visitarte. Se ve que tuviste fiesta hace unos
días. Lo sé porque vi una botella de vino vacía en la basura y otra a la mitad
en la nevera”. Al idiota lo mandé por un tubo.
- Pero
lo necesitamos. Quiero contratarlo para que siga a Román.
En menos de una hora tenía
a Mario en el departamento, vestido completamente de negro para disminuir el
sobre peso del que era víctima.
- Pensé
que no volvería a verte – me dijo quitándose los lentes lentamente como si se
tratara de una escena de cine.
- Eso
mismo pensé yo, pero a veces la amistad por una amiga hace que una mujer cometa
la estupidez de llamar a alguien que al menos es bueno en su trabajo.
-
Gracias
por el cumplido.
- Por
favor no saquen sus trapitos en estos momentos. La del problema soy yo, y
necesito de sus servicios – terció mi amiga.
Tomó otra
hora para que Adela respondiera las preguntas que le hizo Mario sobre la vida
de Román: su trabajo, amistades, su horario y sobre todo quería ver el brasier,
que Adela muy avergonzada sacó de su bolso.
- Brasier
francés marca Simone Perele, se encuentra en el mercado a más de doscientos
dólares la pieza. Es de gustos exquisitos la dueña de esta prenda – el
comentario aumento la tensión en Adela, y yo le clavé la mirada a Mario que
sumió sus hombros como diciendo: ‘es mi trabajo estar al tanto de todo’ -. El
aroma también es de mujer, sino me equivoco la marca es Aqua di parma– finalizó
después de llevar el brasier a su nariz y olerlo como un perro sabueso -. Este
brasier es talla 36 D, usted
es dos tallas menor por lo que puedo ver, y el largo de los tirantes me dice
que la persona es de siete a ocho pies.
- Casi
la talla de mi esposo.
- Ya
vamos armando el perfil de la golfa. Y viendo la anchura, ella es delgada.
- Por
favor olvídate de los detalles. Ya tienes toda la información, ya diste tu
precio. Ahora por favor déjanos solas. Adela no está tan bien.
- Mina,
mina es mi trabajo saber cosas de lo contrario me dedicaría a otros trabajos. A
propósito se ve que en estos días no tienes visitas. La sala tiene tu aroma.
- ¡Vete
al diablo! Mientras sigas indagando en la vida de las mujeres seguirás solo y
engordando como un cerdo.
- Nos
volveremos a ver Mina – Mario no prestó atención a mi comentario y volvió a
ponerse los lentes oscuros con una sonrisa y salió del departamento.
El acuerdo
había sido que no volveríamos a saber nada de él hasta que tuviera resultados
positivos. Adela no quería estar en el teléfono pendiente de los avances de la
investigación. Prefirió que todo se lo dijera al final.
Luego de
dos semanas cuando salía de trabajar del banco reconocí el número de Mario en
mi celular.
- Ya
sé de quién es el brasier. Le puedes decir a tu amiga que nos veamos a las seis
de la tarde en tu departamento.
- Claro.
Oye, y discúlpame si me porté grosera contigo aquel día – le dije no sé por
qué.
- No
hay de que disculparse, si me aceptas una copa después de esto estaré feliz, y
prometo dejar mi trabajo en casa para ser una persona común y corriente.
- No
suelo negar una oportunidad si es que la otra persona dice cambiar. Te
esperaremos en mi departamento.
Adela llegó
una hora antes, las dos semanas que pasaron fueron un infierno para ella. Román
seguía actuando normal con ella y sus hijos y hasta casi estuvo a punto de
llamar a Mario para cancelar la investigación, pero luego volvía a su mente el
brasier y todo se le volvía un infierno. Había bajado de peso, la tensión y la
falta de apetito fueron los culpables.
Mario
apareció puntual, dejó el traje oscuro y los lentes en casa, venia vestido como
para una fiesta de gala. Nos saludó amablemente, no respiró el ambiente de la
sala, tampoco vi que sus ojos escaneaban todo lo que tenía al frente como si tuviera
mente fotográfica.
- Fue
difícil finalizar la investigación, y son pocos casos los que me han llamado
tanto la atención por ser demasiado curiosos debido a la astucia del hombre
investigado. Como usted me dijo, su esposo siempre llegaba tarde los martes y
jueves, pero no era precisamente por el trabajo, al contrario esos dos días
salía temprano y completaba sus cuarenta horas los sábados hasta el medio día.
Los martes y jueves salía a las dos en punto y luego se dirigía al mall de la
Preston, pero lo curioso es que cuando llegaba al área de comida lo perdía de
vista lo que me llevó disfrazarme para pegarme bien a él. Usaba diferentes
rutas pero siempre llegaba al mismo lugar: a los baños públicos, pero entraba y
no volvía a salir. Hasta llegué a pensar que me había descubierto, pero sabía
que algo extraño sucedía en aquel baño así que me tomé el tiempo de investigar
el área y descubrí una puerta secreta que llevaba al baño de las mujeres. Algo
muy curioso, pero luego comprendí el detalle.
- ¿Entonces
qué nos quieres decir con todo esto? – pregunté.
- Que
el brasier le pertenece a él, entraba como hombre y salía como mujer por el
baño de las mujeres. Su esposo es un travesti.
"La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida."
ResponderEliminarOMG!! que se hace ante una situacion de estas? Que dificil para Adela y sus hijos.. imagino que bastante dificil para Roman vivir una doble vida..
ResponderEliminarYa me entro la duda sobre alguien que conosco!! Mina... sigue con tus historias no te detengas.. quiero saberlo todo!!
Yo conozco un caso, y la verdad, la mujer no lo pasó nada bien.
ResponderEliminarComo dicen por ahí no se porq me lo sospeche desde un principio, normalmente cuando te engañan hasta son sin vergüenzas y no tienen tacto ni buenos modales, tan fino el, y vaya lamentablemente conozco algunos casos, q hacen una familia para despistar ...
ResponderEliminarComo siempre excelente historia me atrapaste ...