domingo, 25 de marzo de 2012

EL BRASIER OSCURO


Una de las cosas que aprendí en esta vida es a sembrar amigos, claro que a veces las cosechas no resultan tan fructíferas como uno quisiera, algunos –la mayoría– resultan ser lo que esperabas y los otros simplemente los descartas como cuando seleccionas las frutas: las buenas de las malas.
No me puedo jactar de tener un millón de amigos como dice la canción de Roberto Carlos, nada de ello, pero sí de tener a aquellos que te hacen sentir bien, los que siempre están ahí.
Es así como conocí a muchas parejas felices, a las cuales siempre respeté y nunca se me pasó por la cabeza robarle el marido a esa amiga, pero no todas pensamos lo mismo, por eso las mujeres casadas tienen un radar para detectar a las zorras arrabaleras.
Adela es una de las pocas amigas que frecuentaba y podía pasar una tarde completa en su casa sin que asaltara el temor de querer cogerme a Román, el cuerazo que tenía por marido.
-  Mija, le puedes preguntar a Adela cómo le hizo para conseguirse semejante tipazo. No sale sino es con ella. Cuando he intentado platicar con él, responde lo necesario y siempre me dice que ya tiene que irse a su casa. Hasta en una oportunidad llevé una blusa trasparente para que notara mis pezones y nada – me confesó Mariana, una amiga que tenia el calzón flojo y siempre estaba a la caza de hombres guapos y en ello no diferenciaba entre casados o solteros. Solo quería llevárselos a la cama luego gritar a los cuatro vientos que era un nombre menos en su lista, como si fueran   trofeos. Pero con Román no pudo.
- Quien sabe Adela hace todo en casa para que Román no tenga que salir a buscar a la calle – sonreí -. Pero please Mariana no la riegues, ellos son una pareja feliz. Dirige tu olfato de zorra hacia otros horizontes.
- Yo veo algo raro en esa relación.
- No hables cosas que no son – le dije para luego dejar a Mariana sola en la barra del bar cuando aparecía un joven de porte atlético y ella supo que esa noche le seria larga.
Una tarde cuando regresaba de cenar con David de unos de sus restaurantes favoritos encontré a Adela esperándome en la puerta de mi departamento. Ambos se conocían muy bien y se saludaron naturalmente, pero la sonrisa de Adela era forzada.
- Puedo hablar contigo Mina.
- Claro, como no.
- Lo siento David, pero es tema de mujeres.
- Claro. Entiendo, un gay no es ni de un bando ni del otro – sonrió -. Además ya me iba, en media hora me espera un moreno con quien estoy saliendo. Nada que envidiar a tu marido – el comentario originó unas carcajadas en conjunto.
Ingresamos al departamento luego de ver a David subir a su auto.
- Román me engaña – me dijo sin darme tiempo de preguntarle si quería beber algo.
- ¿Qué rayos dices?
- Es verdad – no pudo contener más sus lágrimas y empezó a llorar. Me apresuré a abrazarla sin saber qué decir. Lloró desconsoladamente intentando disipar el dolor que sentía por tal traición.
- Pero ¿cómo es que lo sabes? – pregunté cuando se calmó.
- Encontré un brasier negro en su saco. No es mi talla y hasta el aroma es diferente al mío.
- ¿Cuándo lo descubriste?
- Hoy por la mañana cuando decidió ir a trabajo con el saco azul y no con el marrón. Ayer como todos los jueves llegó tres horas después a casa, pero eso no es de hace poco sino desde hace años. Según él por el trabajo, pero nunca sospeché algo así.
- ¿Y se lo dijiste?
- No, no supe qué decirle. Me duele tanto que puedo cometer una barbaridad. Además hoy llegó normal como siempre amoroso atento con nuestros dos hijos. Y yo no podía seguir en la casa actuando como si fuéramos la familia perfecta. Le dije que vendría a verte ya que no soy de tener muchas amigas.
- Eso me lleva a deducir que quieres mi ayuda. Y claro que la tienes, sólo dime qué quieres hacer.
- Me acordé que hace un tiempo me presentaste a Mario, un muchacho que era investigador privado.
- Oh por Dios, hasta yo me había olvidado de él, pero ya te imaginarás por qué la relación no fue a buen puerto. Cada vez que venía a verme se percataba de cada detalle al estilo Sherlock Holmes: “Cambiaste de ambientador o vino algún amigo a visitarte. Se ve que tuviste fiesta hace unos días. Lo sé porque vi una botella de vino vacía en la basura y otra a la mitad en la nevera”. Al idiota lo mandé por un tubo.
- Pero lo necesitamos. Quiero contratarlo para que siga a Román.
En menos de una hora tenía a Mario en el departamento, vestido completamente de negro para disminuir el sobre peso del que era víctima.
- Pensé que no volvería a verte – me dijo quitándose los lentes lentamente como si se tratara de una escena de cine.
- Eso mismo pensé yo, pero a veces la amistad por una amiga hace que una mujer cometa la estupidez de llamar a alguien que al menos es bueno en su trabajo.
- Gracias por el cumplido.
- Por favor no saquen sus trapitos en estos momentos. La del problema soy yo, y necesito de sus servicios – terció mi amiga.
Tomó otra hora para que Adela respondiera las preguntas que le hizo Mario sobre la vida de Román: su trabajo, amistades, su horario y sobre todo quería ver el brasier, que Adela muy avergonzada sacó de su bolso.
- Brasier francés marca Simone Perele, se encuentra en el mercado a más de doscientos dólares la pieza. Es de gustos exquisitos la dueña de esta prenda – el comentario aumento la tensión en Adela, y yo le clavé la mirada a Mario que sumió sus hombros como diciendo: ‘es mi trabajo estar al tanto de todo’ -. El aroma también es de mujer, sino me equivoco la marca es Aqua di parma– finalizó después de llevar el brasier a su nariz y olerlo como un perro sabueso -. Este brasier es talla 36 D, usted es dos tallas menor por lo que puedo ver, y el largo de los tirantes me dice que la persona es de siete a ocho pies.
- Casi la talla de mi esposo.
- Ya vamos armando el perfil de la golfa. Y viendo la anchura, ella es delgada.
- Por favor olvídate de los detalles. Ya tienes toda la información, ya diste tu precio. Ahora por favor déjanos solas. Adela no está tan bien.
- Mina, mina es mi trabajo saber cosas de lo contrario me dedicaría a otros trabajos. A propósito se ve que en estos días no tienes visitas. La sala tiene tu aroma.
- ¡Vete al diablo! Mientras sigas indagando en la vida de las mujeres seguirás solo y engordando como un cerdo.
- Nos volveremos a ver Mina – Mario no prestó atención a mi comentario y volvió a ponerse los lentes oscuros con una sonrisa y salió del departamento.
El acuerdo había sido que no volveríamos a saber nada de él hasta que tuviera resultados positivos. Adela no quería estar en el teléfono pendiente de los avances de la investigación. Prefirió que todo se lo dijera al final.
Luego de dos semanas cuando salía de trabajar del banco reconocí el número de Mario en mi celular.
- Ya sé de quién es el brasier. Le puedes decir a tu amiga que nos veamos a las seis de la tarde en tu departamento.
- Claro. Oye, y discúlpame si me porté grosera contigo aquel día – le dije no sé por qué.
- No hay de que disculparse, si me aceptas una copa después de esto estaré feliz, y prometo dejar mi trabajo en casa para ser una persona común y corriente.
- No suelo negar una oportunidad si es que la otra persona dice cambiar. Te esperaremos en mi departamento.
Adela llegó una hora antes, las dos semanas que pasaron fueron un infierno para ella. Román seguía actuando normal con ella y sus hijos y hasta casi estuvo a punto de llamar a Mario para cancelar la investigación, pero luego volvía a su mente el brasier y todo se le volvía un infierno. Había bajado de peso, la tensión y la falta de apetito fueron los culpables.
Mario apareció puntual, dejó el traje oscuro y los lentes en casa, venia vestido como para una fiesta de gala. Nos saludó amablemente, no respiró el ambiente de la sala, tampoco vi que sus ojos escaneaban todo lo que tenía al frente como si tuviera mente fotográfica.
- Fue difícil finalizar la investigación, y son pocos casos los que me han llamado tanto la atención por ser demasiado curiosos debido a la astucia del hombre investigado. Como usted me dijo, su esposo siempre llegaba tarde los martes y jueves, pero no era precisamente por el trabajo, al contrario esos dos días salía temprano y completaba sus cuarenta horas los sábados hasta el medio día. Los martes y jueves salía a las dos en punto y luego se dirigía al mall de la Preston, pero lo curioso es que cuando llegaba al área de comida lo perdía de vista lo que me llevó disfrazarme para pegarme bien a él. Usaba diferentes rutas pero siempre llegaba al mismo lugar: a los baños públicos, pero entraba y no volvía a salir. Hasta llegué a pensar que me había descubierto, pero sabía que algo extraño sucedía en aquel baño así que me tomé el tiempo de investigar el área y descubrí una puerta secreta que llevaba al baño de las mujeres. Algo muy curioso, pero luego comprendí el detalle.
- ¿Entonces qué nos quieres decir con todo esto? – pregunté.
- Que el brasier le pertenece a él, entraba como hombre y salía como mujer por el baño de las mujeres. Su esposo es un travesti.

sábado, 17 de marzo de 2012

PALABRAS AL OIDO


Dicen que los poetas muestran lo que sienten, que son sensibles con lo que hablan o escriben. Que su pluma es fina y equilibrada, que cuando se trata de amores son buenos y que te endulzan con sus palabras.
Pero en mi caso quien se encargó de decirme tantas cosas al oído no fue un poeta, no tenía pasta de serlo, como tampoco era escritor  o pertenecía a algún movimiento cultural, simplemente era una persona normal, y al que sin querer le hice tanto daño.
No suelo contar una historia por partes, pero Alfonso merecía y merece unos cuantos capítulos más en este blog.
A veces sin querer haces daño a esa persona cuyo único error fue amarte, pero mi error, el cual nunca pude olvidar fue ser el mejor amigo de la persona –Fabricio– con quien estuve a punto de casarme.
Bastó acostarme una sola noche con él –por venganza– para alejar a mi ex de mi vida, pero las secuelas de esa noche nunca las olvidaría. 
Llegué a su departamento sin que me esperara, menos imaginó que llegaría dispuesta a comérmelo vivo en las siguientes horas.
-  Solo hazme tuya. No digas te amo, no te arrepientas de nada, sólo disfrútame, como yo lo haré – le dije mientras me desabotonaba la blusa y dejaba al descubierto mi brasier rojo el mismo que me quitó para contemplar mis pechos desnudos y los nervios habían puestos mis pezones en guardia.
Fue una noche que nunca olvidaremos. Alfonso cumplió al pie de las letra lo que le pedí, y sólo me susurraba al oído frases de poemas leídos a alguna poeta de facebook:

si hay una llama que pueda quemar mi piel y arder mi alma,
ese fuego perpetuo,
en el que con gusto me arrojo y me quemo, eres tú.
Mataría por arder de nuevo....en ti.

Algún día mis letras
y mis manos,
puestas una encima de otra,
habitarán tu piel
y viajarán por tu esencia
como un corcel engalanado de versos...

Y esta noche cuando llegues,
te lo diré muy bajito, a susurros,
que no se entere tu nuca, ni esta luna de febrero,
de los secretos que las comisuras de mis labios,
tienen con tus pupilas.....

Esa noche no hubo lugar donde nos entregáramos el uno al otro. Mi piel fue tan suya como su cuerpo fue tan mío. Tantas veces lo había visto con ropa, y esa noche pude sentir sus pectorales, la fuerza de sus brazos alrededor de mi cuerpo, sus piernas enrolladas a las mías y su lengua endiablada recorriendo todo mi cuerpo que me sentí amada y deseada.
Y nuestro encuentro fue como la cenicienta, al amanecer el encanto terminaría. Antes que despertara yo ya estaba de regreso en mi departamento para despachar de una vez a Fabricio y así acabar toda posibilidad de regreso cuando le dije que había pasado la noche con su ex mejor amigo, porque no creo que después de saber eso lo considere su amigo.
No hubo otro encuentro aunque no lo niego Alfonso si acertó a cabalidad esa frase: “Un clavo saca otro clavo”. Fabricio desapareció de mi vida para siempre, pero quien no se fue de mi vida fue Alfonso y no porque estuvo insistente. Todo lo contrario cumplió su promesa de no llamarme, pero era imposible que dejáramos de vernos, vivíamos cerca y nos topábamos en las tiendas, en algún cumpleaños o bar.  Nos saludamos como amigos. 
- ¿Mija y que pasó con ese cuerazo acaso no salías con él? – me preguntó una de mis amigas.
-  Ya sabes, no es buena idea salir con el mejor amigo de tu ex – sonreí.
-  Pues yo que tú me lo cogía. Total Fabricio se portó como un perro contigo y quizás le hubieras devuelto la cachetada que dio al cancelar la boda.
-  Fue por eso que me alejé, me lo cogí, y fue tan bueno en la cama que no quise repetirlo por temor a regarla otra vez – le respondí ocasionando que se le cayera el trago que llevaba en la mano.
Pero a veces el destino es como la mujer, por más que intentas entenderlo o crees conocerlo es cuando resulta jodiendo otra vez.
-  No nos hagamos los idiotas. Sé que te gusto como tú a mí – escuché su voz cuando salía del bar para subir a mi coche -. Ha pasado cuatro meses desde que Fabricio se marchó. No tenemos que actuar como si no hubiera pasado nada entre nosotros. Estaría dispuesto a aceptar todas tus condiciones si es que me dejas sentir otra vez tus labios.
-  Fuiste mi venganza. No confundas las cosas – respondí sin voltear a ver su rostro.
- No las confundo, sólo digo que no perdamos una oportunidad que creo nos la merecemos.
-  ¿A pesar de lo que diga la gente? 
- Estoy dispuesto a correr todo por ti. Ninguno de los dos imaginó que un día nuestras vidas se unirían, y no puedo dejar pasar el tiempo sin decir lo que siento por ti, y si me equivoqué y tú no sientes nada por mí dímelo y desapareceré de tu vida.
- Me gustas – le dije volteando a verlo. Alfonso intentó acercarse -. Pero no te conviene estar conmigo, quien sabe te lastimo sin querer. Las heridas de tu ex amigo no cicatrizarán tan rápido.
-  Me basta con estar a tu lado y dejar que las cosas sucedan.
Pero ustedes saben como somos a veces las mujeres –de mamonas– cada vez que veía a Alfonso era como ver a Fabricio y a pesar que disfrutaba a mares estar con el primero, la rabia que sentía por haber quedado en ridículo por la boda cancelada terminó por alejarme de Alfonso, hasta que una mañana encontré una carta en la puerta de mi departamento.
“No sabes cuánto te amo Mina, pero a la vez siento ese rencor tuyo por los hombres. No eres la mujer a quien disfruté una noche, no eres la mujer a quien veía sonreír en las pláticas diarias. Te volviste callada y mal humorada, y antes que todo esto reviente te dejo. Me salió un nuevo trabajo en California. Espero encuentres a esa persona que te haga olvidar todo lo que sufriste y quizás luego podamos hablar”.
Cuando leí su carta se me vino todo encima. Lo quería a mi lado y no lejos, quería escuchar al oído sus poemas copiados, pero sobre todo quería que no me dejara sola. Y fue cuando entendí lo egoísta que estaba siendo, lo quería aquí para joderle la vida y quizás tenía razón, era mejor que se fuera y así mis heridas cicatrizarían solas.

P.D. Luego descubrí que los poemas que Alfonso me susurraba al oído eran de Lucía Domínguez, una poeta española. La agregué en mi cuenta de Facebook. Ahora somos muy buenas amigas.

sábado, 10 de marzo de 2012

LA BODA



Usos son de amores: ‘sufrir y hacer sufrir a la persona que amas’. Escuché por allí esa frase tan trillada, tantas veces escuchada y tantas veces aplicada a nuestras relaciones.
Cómo definiríamos el amor, el cual a veces esquivamos o por el contrario buscamos tanto, pero cuando llega es como un vendaval, un gol a tu arco del rival y de pronto andas en las nubes soñando con aquella persona que a veces importa poco si es gordito(a), haragán(a) o todo un galán. Te interesa un queso lo que digan las demás personas si a ti esa persona te hace feliz.
Así es el amor, estúpido y egoísta, porque como dicen: para amar hay que ser egoísta, si tú quieres estar conmigo, pero a mí me gusta tu amigo, me importa un ‘carajo’ tus sentimientos y así tu amigo sea un mujeriego yo quiero con él y punto, así luego venga llorándote a pedir que me levantes el estima. Eso sí, sólo quiero tu apoyo, no tu amor.
Pues así somos las personas, siempre sacamos provecho de los demás. Lo he hecho, tú lo has hecho, él lo ha hecho, ellos lo han hecho y todos lo hemos hecho. Nadie se salva de esta lluvia de amores correspondidos y no correspondidos, pero aquí va la historia que quería contarles.
Sucedió un día que apareció un camión cargado de amor que me pasó por encima y de repente andaba locamente enamorada de Fabricio a quien conocí por intermedio de una amiga.
Éramos la pareja perfecta, no había una fiesta, reunión o evento donde no anduviéramos juntos. Respetábamos nuestros espacios. A veces iba a su departamento o venia a quedarse al mío. Fueron dos años de relación donde le entregué mi vida, mi tiempo y todo mi amor hasta que llegó el día de sentarnos a planificar el futuro.
Sí, Fabricio me propuso matrimonio, lo hizo una noche que organizó una fiesta en su departamento y enfrente de todos sus amigos pidió bajar el volumen a la música y antes que yo reaccionara, él estaba de rodillas con un anillo pidiéndome que fuera su esposa. Claro, la fiesta y todos los amigos sabían lo que acontecería esa noche. Emocionados esperaban mi respuesta, y como una Julieta enamorada dije: Sí.
Pasado una semana pusimos fecha de matrimonio, seleccionamos el diseño de las tarjetas de invitación, reservamos el local, pero como la fecha tomaría tiempo creí conveniente no avisar a mi familia. Tenía toda la presión de mi madre encima para casarme que por ese entonces estaba por cumplir los treinta, y decirle de mi matrimonio sería tenerla en mi departamento tratando de ayudarme en todo. Era mejor darle la sorpresa faltando una semana así no tendría que atender a toda mi familia un mes antes.
Hice bien porque mi familia nunca se enteraría que faltando dos semanas para el matrimonio, Fabricio llegaría una mañana para decirme que no estaba preparado, que lo había pensado mejor y que quería seguir soltero. Que le importaba una carajo todos los preparativos, que le valía madres lo ilusionada que estaba por tal acontecimiento, y que fuera yo quien avisara a todos los invitados que el matrimonio se cancelaba. Que del dinero no me preocupara que él asumiría todos los gastos que originó la preparación de la boda. Así como apareció esa mañana en mi departamento, justo cuando debería estar trabajando se marchó de la ciudad. Dos días atrás había renunciado al puesto de contador.
-  Amor, el que no me case contigo no significa que mis sentimientos hacia ti han cambiado – me dijo el muy puerco.
-  ¡Lárgate! ¡Vete antes que te destroce los huevos!! – le dije aguantando las lágrimas. Cuando cerré la puerta y lo vi subir a la camioneta de Alfonso, su mejor amigo, rompí en llanto.
¿Cómo afrontas este tipo de noticias? Tres minutos antes flotaba en el cielo, seguía leyendo la lista de invitados tratando de recordar si me había olvidado de algún amigo(a) y ya tenía listo lo que les diría a mi familia para invitarlos. Por fin Fermina Herrera, la única hija y hermana soltera se casaba, pero la historia con un final feliz tendría que esperar, Fermina seguiría soltera.
No necesito entrar en detalles de cómo afronté los siguientes días, cómo enfrenté a mis amigos, y como llamé a cada uno de los invitados para decirles que la boda no se realizaría. Por ese entonces aún no conocía a David, mi inseparable amigo, sino que una tarde mientras compraba unas cosas en Target me encontraría con Alfonso. Fue imposible evitar el encuentro. Ambos nos topamos con nuestros carritos de compras en caja.
-  ¿Cómo estás? – fue lo primero que se le ocurrió preguntar.
-  ¿Quieres escuchar la versión real, o la que tengo que fingir ante aquellos que me quiere consolar?
- Si de algo te sirve de consuelo. Yo nunca supe nada. Fabricio fue uno de mis mejores amigos, pero no me confesó que te dejaría sino hasta un día antes.
Mentiras y más mentiras, todos sabemos que los primeros en saber son nuestros mejores amigos, aquéllos que saben todos nuestros secretos, los que nos aconsejan que camino tomar, el largo o el corto.
- Te creo – respondí con una sonrisa. Lo único que quería era zafarme de él, de su mirada, de esa sonrisa contagiosa que conocí en todo el tiempo que duró mi relación con Fabricio.
Pero que equivocada estuve. Al poco rato sonaba mi celular.
-  ¿Sabes por qué te dejó Fabricio?
-  Por favor deja de hacerme daño. El punto es que se fue.
-  Conoció a Estefany. Sé que no mereces que te diga esto, pero si vas a llorar hazlo de una vez. Te dejó por otra. Ódiame si quieres, pero necesitaba decírtelo para que si algún día él regresa supieras la verdad – sin decir más colgó.
Y esa frase: “necesitaba decírtelo para que si algún día él regresa supieras la verdad”, me martillaba el corazón.
Mis amigos trataban de visitarme diariamente, tenían miedo que terminara pegándome un tiro como Kurt Cobain. Obvio que no lo haría. Pero un viernes por la noche ninguno llegó, se cansaron de visitar a la pobre Fermina. En mi lista de contactos tenía a todos, pero tampoco me apetecía verlos también, hasta que por allí apareció el número de Alfonso. Quería salir, no sé, ver una película o cenar.
A la tercera timbrada escuché su voz. Lo que vendría después, sería historia conocida.
Nos volvimos inseparables, no había un día que no conversáramos.
Claro que ambos sabíamos a lo que estábamos jugando, y lo que dirían los amigos: como Fabricio se fue, Mina encontró consuelo en su mejor amigo. ¿Y saben? Me resbalaba que pensaran así.
Tratas de retomar tu vida, y si el mejor amigo de tu ex te ayuda a salir de ese pozo de depresión en el cual caíste, qué te importa lo que opine la gente. Estaba lista para defender nuestra amistad si es que llegaba algún metiche a darme consejos de moralidad.
Para lo que nunca estaría preparada era para el regreso de Fabricio, que llegaría una noche a tocar mi puerta y entre lágrimas me pediría perdón por todo el dolor que me causó con su partida. Que si le daba otra oportunidad no me arrepentiría, y todo ese discruso que nosotras las mujeres conocemos y hasta nos sabemos de memoria: “que se dieron cuenta que nosotras somos las mujeres para formar una familia, que somos su complemento, su media naranja, y que nos serán fieles hasta la muerte”.
Cuando terminó de decir tantas estupideces le cerré la puerta. Les juro que no se me escapó una lágrima, pero si me dio un pinche coraje al saber que lo seguía amando, que a pesar que sabía esas frases, mi corazón quería darle esa oportunidad, que le importaba un rábano que se haya ido a acostar con esa tal Estefany, y con cuanta golfa haya encontrado en estos ocho meses que había desaparecido, pero mi cabeza decía que no, que me tragara esas ganas de correr a sus brazos, que yo merecía respeto, que si yo no me lo daba, nadie me lo daría.
Cansado de tocar la puerta se marchó, pero aparecería a los pocos días para reclamarme sobre la relación que tenía con su mejor amigo. ¿Cómo Alfonso se había aprovechado de su ausencia para darme caza? Qué estaba dispuesto a pasar por alto mi relación con él si es que le daba una oportunidad. Ese día me fue imposible cerrarle la puerta, lo dejé entrar.
-  No me iré de aquí hasta que tengas una respuesta – me dijo.
Yo me disponía a salir.
- Tengo que arreglar un asunto. Puedes quedarte si gustas. Mañana te tendré una respuesta.
-  ¿Y a dónde irás?
-  Eso no te incumbe – le dije y salí a la calle y no llegaría hasta el día siguiente con el cabello mojado y con una sonrisa de oreja a oreja. Fabricio se había quedado dormido en la sala y se levantó al sentir el ruido en la puerta.
Al verme no supo qué decir, pero su primer impulso fue preguntarme dónde había pasado la noche, pero se quedó viendo mi cabello húmedo. Quiso abrir la boca, la cerró, se tragó sus palabras como yo lo hice yo una vez. Se acercó a mí e intentó abrazarme.
-  Por favor no lo hagas – le dije.
-  ¿Por qué no quieres?
-  Me duele todo el cuerpo.
 
                                   ¡STOP!

Para ser sincera nunca creí que viviría aquella escena de la película de Pedro Almodóvar: “Carne Trémula”.

-  ¿Cómo que te duele todo el cuerpo? – volvió a preguntar al ver que retrocedí dos pasos.
-  Es que he cogido toda la noche con Alfonso – respondí mirándole a los ojos, sin mostrar el mínimo remordimiento -. Y ahora sí podemos hablar si nos damos una oportunidad.

viernes, 2 de marzo de 2012

LA PAREJA IDEAL


Todos nosotros soñamos con estar con esa princesa o príncipe azul, el chico(a) más guapo(a) del salón-barrio-ciudad.
Nos lo enseñan en todas las novelas, que la clásica cenicienta siempre se casa con el hombre más bello de la trama.
Y como las historias son tan repetitivas uno termina creyéndoselo y toda mujer busca a ese Brad Pitt o William Levy.
Y hasta hace un par de años suspirábamos por Ricky Martín, pero luego nos traicionó a todas las mujeres al confesar que también le gustaban los hombres.
Pero seamos sinceros, en la realidad nunca tenemos por pareja a ese galanazo o cuero, así sea de comercial de televisión.
Y la mejor prueba que me dio la vida fue cuando fui de vacaciones a la capital de México para visitar a mi familia y amigos.
Fueron días muy agitados, justo era el cumpleaños de Sofía, una de las pocas amigas de la universidad. Casada con un militar y madre de dos hijos, hizo todo lo posible para invitar a nuestros ex compañeros. Fue un encuentro muy hermoso, recordamos viejas épocas, días de exámenes, y amanecidas para terminar los trabajos.
De nuestra promoción egresamos más de treinta contadores, pero como suele suceder, nunca puedes entablar una amistad completa con todos. Las diferencias y maneras de pensar te hace formar grupos y el mío era el que se encontraba aquella noche festejando el cumpleaños de Sofía. Todos con un trabajo estable, con familia o en problemas para un futuro divorcio –tema nada nuevo para mí– pero cuando se entraba a este tipo de pláticas cambiaba la conversación para no ver caras largas y la fiesta se eche a perder.
Esa noche conocí al hermano de una amiga, que recientemente se había divorciado. Era muy atractivo, pero mató toda la magia, se pasó toda la noche recordando a su ex esposa. Que ella esto, que ella lo otro. Y lo curioso era que ya llevaban más de dos años de separados, ella tenía nueva pareja, y él no perdía las esperanzas de reconquistarla. Y para justificar sus esperanzas decía estar dispuesto a cambiar por ella si es que le daba una oportunidad.
Pero la verdadera historia de este capítulo es lo que sucedió después, antes de mi regreso a Dallas.
Unos amigos de la familia me invitaron a la inauguración de un bar. El lugar estaba a reventar, la música a alto volumen y los tragos por la apertura los vendían a precios bajos. El local era amplio y contaba con una pista de baile que había sido ocupada por jovencitos que se movían al ritmo de Poker face de Lady Gaga.
Para no perder la mesa decidimos turnarnos para ir por los tragos y en la tercera vuelta fue que una mujer me reconoció.
-  ¿Fermina eres tú? – la voz en un inicio me fue imposible de reconocer, pero cuando volteé a ver de quién se trataba, allí estaba Claudia Estrada, la chica más fresa de mi salón. La mujer más plástica que pude haber conocido, y con quien nunca entablé una amistad en los cinco años que pasamos juntas en la universidad. Claro que todo tiene una historia y la mía es sencilla. El príncipe azul por el cual suspiraba en esos años y del que me vi correspondida terminó yéndose con ella. Porque Claudia Estrada, la reina de la facultad y de la Universidad e hija de unos de los congresistas más respetados de la capital tenía que tener todo lo que quisiera y si a eso adjuntamos lo benevolente que le fue la naturaleza con ella dándole un cuerpo y un rostro angelical, yo tenía las de perder.
¿Saben cual es lo peor de nosotras las mujeres? Que a pesar del tiempo a veces no solemos olvidar lo que no hicieron. Pero aún así sonreí. La saludé muy cordialmente.
Años que no te veía. Alguien me dijo que decidiste irte a vivir a Dallas – su voz, su manera de hablar ya no eran a los que había estado acostumbrada. Ya no hablaba como si tuviera una papa caliente en la boca, “ósea mamonamente”. Se notaba más madura. Y claro seguía siendo regia, y obvio que también me pasó un escáner visual de pies a cabeza –detalle muy común de nosotras las mujeres para luego rajar de la otra.
-  Si llevo allá más de quince años, trabajo en un banco, ¿y tú?
-  Cuando salí de la universidad tuve que asumir las dos empresas de mi padre.
-  ¡Qué bien! Te felicito
Ninguna de las dos trataba de recordar la discusión que tuvimos y en la que casi nos vamos a las manos cuando mi príncipe azul decidió irse con ella. Sería algo ridículo, y hasta yo me sorprendí que aún me saliera esa rabia pasada.
-  ¿Viniste sola?
-  Vine con unos amigos.
-  ¿De la universidad? Hace tiempo que no veo a nadie.
-  No, son amigos de la familia. ¿Y tú viniste sola?
-  Vine con mi esposo – me dijo muy feliz -. Tuvo que responder una llamada y salió a la calle.
Cuando me dijo que estaba casada me imaginé que la muy ‘condenada’ tenía como esposo a William Levy o Gael García.
-  Si esperas un ratito te lo presento, es el hombre más bello del mundo.
“No sigas por favor, no deseo mandarte al carajo, porque tampoco quiero que me lo restriegues por la cara al galanazo que te comerás todas las noches”, pensé.
Pero la curiosidad pudo más, así que le pedí que me acompañara a dejar la ronda de cerveza a la mesa de mis amigos. La presenté y obvio, uno de ellos me preguntó al oído si estaba soltera. ‘Su esposo esta por entrar’, le dije y no se habló más del tema.
Regresamos a la barra y ella pidió un shot de tequila para las dos.
-  Esto merece un brindis – me dijo guiñándome el ojo. Brindamos. Me preguntó por algunos ex compañeros de promoción. Le dije lo poco que sabía de ellos.
-  Pero la que debería preguntar por ellos seria yo. Tú sigues aquí y yo fuera.
- Vamos Mina, tú sabes que en la universidad nunca me porté maduramente. Me comporté como una mierda con todos, y no creas que me he olvidado lo que te hice, por eso te pido disculpas – su confesión me dejó sin palabras -. A veces uno cree que todo lo que hace está bien. Pero luego te das cuenta que no, que hiciste mucho daño a los demás y si tienes la oportunidad de pedir disculpas lo haces, y así tu vida va tomando mejor forma. Tu futuro mejora si logras arreglar parte de tu pasado, dice una frase y bueno aquí me tienes.
- Qué te puedo decir mujer, ya no somos las adolescentes de universidad, pero si comparto tu idea de tratar de mejorar nuestras vidas.
- ¿Eso quiere decir que me perdonas? – le dije que sí con un gesto y me abrazó emocionada. Yo imité el gesto, cuando apareció un hombre de estatura media detrás de ella, gordito, el cabello corto y peinado con una raya al costado. Vestía una camisa a rayas y al verme sonrió, y yo no sabía si trataba de saludarme para invitarme un trago o era algún conocido. Mi mente buscó su imagen en alguna reunión, pero no, al hombre nunca lo había visto antes.
Cuando Sofía por fin me soltó tenía algunas lágrimas en los ojos.
-  Sorry, pero me emocioné mucho – me dijo secándose con sus dedos y yo no quitaba la mirada del tipo que seguía detrás de nosotras, y al darme cuenta de un detalle, me dije que no podía ser posible, el hombre tenía un celular en la mano. Pero como dicen: ‘a veces la realidad supera la ficción’ y cuando ella giró al ver que yo tenía la mirada en el hombre lo reconoció. Le tomó de la mano para acercarlo a su lado y luego de darle un beso en la boca me dijo:
-  Te presento a Román, mi esposo, el amor de mi vida.