Hoy cumplo cuarenta años, no hice nada, tampoco fui a comprar un pastel, no sé si las velitas alcanzarían en un pastel pequeño, quizás en números sí. Aquí estoy, al filo de la cama con el cabello desalineado, desnuda y con un hombre que cree que está en su casa y ronca a rienda suelta.
Él no sabe que la mujer con quien hizo el amor hace un par de horas nació un día como hoy.
Desnuda camino hacia el baño, mi imagen se refleja en el espejo. Me arreglo un poco el cabello, mis ojeras son notorias, el ronquido de mi galán no me dejó dormir tranquila, ni bien despierte lo invitaré a salir de mi departamento.
Sigo observando mi cuerpo, mis pechos aún se mantienen firmes, no tan duros como en mis veinte primaveras, pero dan lucha. Mis caderas están anchas sin haber tenido un hijo. Mi abdomen cobija cierta grasita pero todavía soy la envidia de muchas mujeres. El ejercicio diario mantiene bien mis piernas y mis nalgas, las cuales puedo contemplar mejor de perfil; las toco, las meneo y solita me río, parezco una teibolera dando un baile al cliente que es mi espejo.
Pero antes de sentarme frente a la computadora, ante los continuos ronquidos de mi ya lejano acompañante tengo todo claro. Pienso escribir lo que me ha pasado en estos cuarenta años. No tengo experiencia escribiendo, pero las ganas de hacerlo ayudarán
¿Cómo se me ocurrió tan disparatada idea? Pues aquí les va la historia.
Hace unos días me encontré con unos amigos, dos de ellos pensaban retomar la revista: Xüe Magazine, y entre la plática, Michael comentó que estaba buscando personas que quisieran escribir un blog en la revista. En ese momento ninguno de los amigos reunidos dijo nada.
- ¿Y dónde están los galanes? Ustedes tienen la oportunidad de decir lo que gusten, el editor no les pondrá trabas, sólo hay una regla: que lo que escriban tenga sentido y entretenga al lector – nos dijo mirándonos a los ojos mostrando una sonrisa de ensueño.
Nadie dijo nada, un par de galanes que siempre se jactaban de ser los mujeriegos del grupo esquivaron la mirada, una pareja de gays que también estaban presentes callaron, y bueno yo, en ese momento no tenía nada qué decir. La noticia me tomó por sorpresa, pero al día siguiente cuando nos encontramos en facebook le pregunté.
- ¿Puedo escribir anónimamente?
- Claro mujer – respondió acompañando el comentario con una carita feliz.
- Ayer cuando lancé la propuesta lo hice por ti. Sé que tienes muchas historias que contar. Ese banco donde trabajas debe ser un hervidero de chismes. Demuéstrale a todos que una mujer también puede escribir sin tapujos.
Y aquí ando escribiendo las primeras líneas de este blog. Si la idea es narrar parte de mi vida, trataré de ser lo más sincera y directa. No habrá sermones ni escenas melodramáticas como para recurrir al Klenex. Estas líneas serán como una catarsis, un desfogue de las cosas que he guardado por mucho tiempo y creo que llegó el momento de escupirlas (en el buen sentido de la palabra).
Sin darme cuenta el hombre aparece a mi lado. Me besa el cuello, intenta acariciarme, de un empujón le digo que me deje tranquila.
- Vístete, ya es hora de irte – le digo sin mirar su musculoso cuerpo. Él intenta otra vez acercarse, lo evito. Camino a la cama y tomo mi bata. Lo miro otra vez, está en calzones, pero el asunto es que si lo que tuviera entre las piernas fuera así de musculoso como sus brazos, le pediría que se quedara.
Me mira sorprendido pero mi desafiante gesto de “toma tus cosas” , cambia su rostro. Sin decir una palabra se pone su jeans, sus zapatos, recoge su camisa y me sigue hasta la puerta, le sonrío antes de despedirme, pero el muy cabrón no puede con su genio y me escupe las palabras que no pudo decirme dentro.
- Por eso sigues sola, por amargada y frígida – no gasto mi saliva y le levanto el dedo. Pero lo que él no sabe es que hoy cumplo cuarenta años y que contando con él también sumo cuarenta hombres con los cuales compartí parte de mi vida y de eso se tratará este blog: les contaré sobre mí, de aquellos hombres que pasaron por mi vida, algunos fueron pasajeros de ida, otros frecuentes, unos dejaron huella, otros simplemente fueron fugases, tres si me ametrallaron el corazón, y otro tanto hasta la fecha me siguen odiando por ser la cabrona que les jodió la vida. Total no les puedes caer bien a todos.
Ya está decidido y este pequeño texto es el comienzo de una larga historia. (CONTINUARA)
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