Todos nosotros soñamos con
estar con esa princesa o príncipe azul, el chico(a) más guapo(a) del
salón-barrio-ciudad.
Nos lo enseñan en todas las
novelas, que la clásica cenicienta siempre se casa con el hombre más bello de
la trama.
Y como las historias son
tan repetitivas uno termina creyéndoselo y toda mujer busca a ese Brad Pitt o
William Levy.
Y hasta hace un par de
años suspirábamos por Ricky Martín, pero luego nos traicionó a todas las
mujeres al confesar que también le gustaban los hombres.
Pero seamos sinceros, en
la realidad nunca tenemos por pareja a ese galanazo o cuero, así sea de
comercial de televisión.
Y la mejor prueba que me dio
la vida fue cuando fui de vacaciones a la capital de México para visitar a mi
familia y amigos.
Fueron días muy agitados,
justo era el cumpleaños de Sofía, una de las pocas amigas de la universidad.
Casada con un militar y madre de dos hijos, hizo todo lo posible para invitar a
nuestros ex compañeros. Fue un encuentro muy hermoso, recordamos viejas épocas,
días de exámenes, y amanecidas para terminar los trabajos.
De nuestra promoción
egresamos más de treinta contadores, pero como suele suceder, nunca puedes
entablar una amistad completa con todos. Las diferencias y maneras de pensar te
hace formar grupos y el mío era el que se encontraba aquella noche festejando
el cumpleaños de Sofía. Todos con un trabajo estable, con familia o en
problemas para un futuro divorcio –tema nada nuevo para mí– pero cuando se
entraba a este tipo de pláticas cambiaba la conversación para no ver caras
largas y la fiesta se eche a perder.
Esa noche conocí al
hermano de una amiga, que recientemente se había divorciado. Era muy atractivo,
pero mató toda la magia, se pasó toda la noche recordando a su ex esposa. Que
ella esto, que ella lo otro. Y lo curioso era que ya llevaban más de dos años
de separados, ella tenía nueva pareja, y él no perdía las esperanzas de
reconquistarla. Y para justificar sus esperanzas decía estar dispuesto a
cambiar por ella si es que le daba una oportunidad.
Pero la verdadera historia
de este capítulo es lo que sucedió después, antes de mi regreso a Dallas.
Unos amigos de la familia
me invitaron a la inauguración de un bar. El lugar estaba a reventar, la música
a alto volumen y los tragos por la apertura los vendían a precios bajos. El
local era amplio y contaba con una pista de baile que había sido ocupada por
jovencitos que se movían al ritmo de Poker face de Lady Gaga.
Para no
perder la mesa decidimos turnarnos para ir por los tragos y en la tercera
vuelta fue que una mujer me reconoció.
- ¿Fermina
eres tú? – la voz en un inicio me fue imposible de reconocer, pero cuando
volteé a ver de quién se trataba, allí estaba Claudia Estrada, la chica más
fresa de mi salón. La mujer más plástica que pude haber conocido, y con quien
nunca entablé una amistad en los cinco años que pasamos juntas en la
universidad. Claro que todo tiene una historia y la mía es sencilla. El
príncipe azul por el cual suspiraba en esos años y del que me vi correspondida
terminó yéndose con ella. Porque Claudia Estrada, la reina de la facultad y de
la Universidad e hija de unos de los congresistas más respetados de la capital
tenía que tener todo lo que quisiera y si a eso adjuntamos lo benevolente que
le fue la naturaleza con ella dándole un cuerpo y un rostro angelical, yo tenía
las de perder.
¿Saben
cual es lo peor de nosotras las mujeres? Que a pesar del tiempo a veces no
solemos olvidar lo que no hicieron. Pero aún así sonreí. La saludé muy
cordialmente.
- Años
que no te veía. Alguien me dijo que decidiste irte a vivir a Dallas – su voz,
su manera de hablar ya no eran a los que había estado acostumbrada. Ya no
hablaba como si tuviera una papa caliente en la boca, “ósea mamonamente”. Se notaba más madura. Y claro seguía siendo
regia, y obvio que también me pasó un escáner visual de pies a cabeza –detalle
muy común de nosotras las mujeres para luego rajar de la otra.
-
Si
llevo allá más de quince años, trabajo en un banco, ¿y tú?
- Cuando
salí de la universidad tuve que asumir las dos empresas de mi padre.
- ¡Qué
bien! Te felicito
Ninguna de
las dos trataba de recordar la discusión que tuvimos y en la que casi nos vamos
a las manos cuando mi príncipe azul decidió irse con ella. Sería algo ridículo,
y hasta yo me sorprendí que aún me saliera esa rabia pasada.
- ¿Viniste
sola?
- Vine
con unos amigos.
- ¿De
la universidad? Hace tiempo que no veo a nadie.
- No,
son amigos de la familia. ¿Y tú viniste sola?
- Vine
con mi esposo – me dijo muy feliz -. Tuvo que responder una llamada y salió a
la calle.
Cuando me
dijo que estaba casada me imaginé que la muy ‘condenada’ tenía como esposo a William Levy o Gael García.
- Si
esperas un ratito te lo presento, es el hombre más bello del mundo.
“No sigas
por favor, no deseo mandarte al carajo, porque tampoco quiero que me lo
restriegues por la cara al galanazo que te comerás todas las noches”, pensé.
Pero la
curiosidad pudo más, así que le pedí que me acompañara a dejar la ronda de
cerveza a la mesa de mis amigos. La presenté y obvio, uno de ellos me preguntó
al oído si estaba soltera. ‘Su esposo esta por entrar’, le dije y no se habló
más del tema.
Regresamos
a la barra y ella pidió un shot de tequila para las dos.
- Esto
merece un brindis – me dijo guiñándome el ojo. Brindamos. Me preguntó por
algunos ex compañeros de promoción. Le dije lo poco que sabía de ellos.
- Pero
la que debería preguntar por ellos seria yo. Tú sigues aquí y yo fuera.
- Vamos
Mina, tú sabes que en la universidad nunca me porté maduramente. Me comporté
como una mierda con todos, y no creas que me he olvidado lo que te hice, por
eso te pido disculpas – su confesión me dejó sin palabras -. A veces uno cree
que todo lo que hace está bien. Pero luego te das cuenta que no, que hiciste
mucho daño a los demás y si tienes la oportunidad de pedir disculpas lo haces,
y así tu vida va tomando mejor forma. Tu futuro mejora si logras arreglar parte
de tu pasado, dice una frase y bueno aquí me tienes.
-
Qué
te puedo decir mujer, ya no somos las adolescentes de universidad, pero si
comparto tu idea de tratar de mejorar nuestras vidas.
- ¿Eso
quiere decir que me perdonas? – le dije que sí con un gesto y me abrazó
emocionada. Yo imité el gesto, cuando apareció un hombre de estatura media
detrás de ella, gordito, el cabello corto y peinado con una raya al costado.
Vestía una camisa a rayas y al verme sonrió, y yo no sabía si trataba de
saludarme para invitarme un trago o era algún conocido. Mi mente buscó su
imagen en alguna reunión, pero no, al hombre nunca lo había visto antes.
Cuando
Sofía por fin me soltó tenía algunas lágrimas en los ojos.
- Sorry,
pero me emocioné mucho – me dijo secándose con sus dedos y yo no quitaba la
mirada del tipo que seguía detrás de nosotras, y al darme cuenta de un detalle,
me dije que no podía ser posible, el hombre tenía un celular en la mano. Pero
como dicen: ‘a veces la realidad supera
la ficción’ y cuando ella giró al ver que yo tenía la mirada en el hombre
lo reconoció. Le tomó de la mano para acercarlo a su lado y luego de darle un
beso en la boca me dijo:
- Te
presento a Román, mi esposo, el amor de mi vida.
Que hermosa experiencia, es una historia que me deja con animo. Está inclinada a la esperanza y al crecimiento personal. Gracias.
ResponderEliminarq bonita historia, lo q mas me gusto fue el cambio radical de sofia, q mejor cambiar esa imagen superficial por una imagen sencilla y sincera, las personas valemos por los sentimientos no por lo fisico o material, linda historia, gracias edwin.
ResponderEliminarLos príncipes en la realidad, ni son tan guapos ni tan azules!! son... hombres, con defectos, con barriga, con pelos o calvos, gruñones y amables... son como nosotras, pero lo mejor de todo, es que cada príncipe, tiene una princesa, lo bonito es encontrarlo.
ResponderEliminarSiempre hay roto pa un descocido
ResponderEliminarMe encantan tus historias,todas estan geniales!!!
ResponderEliminarque bonitas historias!!!!!
ResponderEliminarMe encantó la historia, me sentí un poco identificada con Claudia, nada es para siempre y siempre hay tiempo para cambiar. Y siempre hay alguien para ti q no importa como sea, pero te hace feliz.
ResponderEliminarGracias por compartir.
buenazo amigo el amor no es la belleza de afuera si no la que llevas dentro del alma
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