sábado, 25 de febrero de 2012

Y VIVIERON FELICES PARA SIEMPRE


Si tuviera que confesarles de cuántos matrimonios fui testigo, les diría que he perdido la cuenta, como la cantidad de divorcios que he presenciado.
Lo curioso es que la mayoría se casa por amor, ese día irradian alegría, y emoción. Juran amarse y vivir hasta que la muerte los separe.
Y a veces es una desventaja cuando esa amiga se casa con algún ex tuyo. Empiezan por no invitarte a la boda, luego evitan cruzarte en la calle, dejan de hablarte.
No soy de las personas que disfruto de las desgracias de las demás, pero a veces dejo escapar cierto suspiro cargada de una sonrisa cuando veo como esa amiga o ex amiga que desbordaba amor y juraba ser la única mujer en la vida de su futuro esposo ahora no lo quiere ver ni en pintura. Y es cuando digo que fue por eso que lo dejé: por patán y cabrón.
Pero este capítulo no es para hablar de mi vecina, de la amiga que tuve alguna vez en casa, o la que se fue robándome a mi novio. Nada de ello.
Esta historia tiene que ver con el matrimonio de una persona que tiempo atrás fue muy especial para mí, y que por circunstancias del destino o diferencia de edades hizo imposible la relación.
A Emiliano lo conocí cuando apenas tenia nueve años, Teresa, su madre, era conocida de mi familia y junto a su esposo fueron los que me apoyaron cuando llegué a los EEUU. Viví en su casa por dos años hasta que logré estabilizarme económicamente.
Luego veía a Teresa de vez en cuando en algún evento o en el supermercado. En la última conversación que tuvimos me contó que Emiliano había empezado la carrera de enfermería y que para ello también estaba trabajando como mesero en el restaurante de un amigo que teníamos en común y al cual a veces frecuentaba, pensé que era obvio que me había cruzado, pero como le perdí de vista, no lo reconocí. Ahora ya sobrepasaba los veinte años. Era todo un hombre.
La curiosidad pudo más y terminé yendo al local con David, que como era su costumbre iba bien fashion: vestía una camisa blanca H&M, un pantalón azul marca 7 mankind, que según sabía sólo usan los artistas, y ese día estrenaba sus zapatos Louis vuitton y para cerrar la presentación, traía puestos unos lentes que cubrían gran parte de su rostro.
-  Apenas nos estamos sentando y ya vi a tres mozos gay hijita. Eso es mala señal – me dijo mirando a las mesas vecinas que estaban llenas y los meseros iban y venían con sus charolas de comida.
Pedimos la carta y por más que busqué a Emiliano no lo vi.
-  No perdamos más tiempo hijita – me dijo David regresando del baño -. El tipito ese no vino hoy, pero gracias a ti conocí a un moreno en el baño que me pidió el teléfono, así que esta noche cómprame hielo para que mañana me lo lleves al departamento.
¿Qué estaba pensando en esos momentos? Ni yo misma encontré una explicación. Si hubiera encontrado a ese muchacho, qué le hubiera dicho: “Hola soy Fermina, la mujer que alguna vez fue tu niñera mientras tus padres trabajaban”.
De él sólo recordaba sus grandes ojos negros, sus labios delgados y los cabellos largos que sus padres dejaron que creciera porque tenía un pelo semi rubio.
Volví a mi departamento, preparé algo de comer, miré la televisión y al día siguiente estaba en el banco a la espera del mensaje de David y saber cómo le había ido en su ‘date’.
A la segunda semana habíamos olvidado a Emiliano y David se la pasaba hablando de Román, el hombre moreno que desde ya eran novios oficiales. Detalle que me tomó por sorpresa.
-  Qué te puedo decir amiga. Hasta tengo vergüenza recordar la promesa que hice: de no volver a enamorarme, pero Román es todo un galán. Muy tierno, me envía flores al trabajo, me da mi lugar, y además me va a recoger en su BMW.
Nunca me gustó interferir en la vida y felicidad de mis amigos. Si David era feliz con el moreno, lo era yo. Mis demás amigas también salían con sus parejas y ya no tenían tiempo para salir con una soltera y tampoco me gustaba ser la violinista del grupo.
Pero como el destino suele ser a veces mezquino como bondadoso. Cuando salía de una farmacia, en la puerta un joven apuesto pasó por mi lado, y cuando estaba por subir a mi auto.
-  ¿Mina eres tú?
Lo observé por unos segundos porque me habló con una familiaridad que me causó vergüenza al no reconocerlo.
-  Soy Emiliano – mis ojos no dejaban de verlo de pies a cabeza, era todo un hombre. Sus anchos hombros, su largo cuello, pero lo que me llamó la atención fue verlo vestido formalmente, nada de pantalones caídos mostrando los calzones, o la camisa desabotonada para que las féminas puedan ver su pecho flaco adornado de cadenas. Llevaba puesto un jeans que caían sobre unos mocasines marrones y la camisa era de su talla.
Ya no era el Emiliano que cuidaba hace muchos años. Fingí una sonrisa y le saludé con un beso en la mejilla. Me dijo que andaba muy ocupado en sus clases, y el trabajo le absorbía mucho tiempo, pero que ya estaba por salir de vacaciones en la universidad.
Nos despedimos, no sin antes darle mi tarjeta. Su madre le había comentado que trabajaba en un banco y quería abrir una cuenta. Obvio, no era tonta quería mi teléfono.
De este encuentro no le comenté a David que seguía caminando por las nubes con su novio.
A los tres días Emiliano visitaba el banco, le abrí una cuenta, conversamos poco, el muchacho se veía muy interesado, y yo desde ya nunca le toqué el tema de cuando era pequeño.
Me invitó a salir, cenamos esa noche y las siguientes. Pero antes de que la cosa pasara a mayores corte la comunicación. Emiliano era catorce años menor que yo. No lo niego que no estaba mal, sabía comportarse a la altura de las circunstancias, no me salía con ninguna inmadurez. Pero cuando una de mis amigas nos encontró en un bar si sentí vergüenza. Ella no dijo nada, sólo me envió un mensaje donde me decía: “espero no te conviertas en una cougar”. (Así es como le dicen a las mujeres mayores que se acuestan con jóvenes)
Un amigo que siempre organizaba eventos sociales me pidió que le ayudara los siguientes tres fines de semana, así que para evitar un poco las salidas con Emiliano dejé de contestar sus llamadas y mensajes.
Conocí nuevas amistades, pero allí estaba siempre Emiliano con sus mensajes así que decidí hacer algo práctico. Ambos estábamos solteros, la atracción era mutua, por mi edad no podía llevarlo conmigo a las reuniones. Él continuaba con sus estudios y trabajando de mesero.
-  Cuando salgas del trabajo –que por lo regular era las doce o una de la mañana en los fines de semana– márcame. Si todavía ando en la calle o despierta nos veremos. Pero los encuentros acabarán cuando uno de los dos encuentre pareja.
-   Me parece justo – respondió.
Y así fue como se iniciaron las salidas o visitas de madrugada.
Dicen que acostarse con un muchachito es como un revitalizante rejuvenecedor, un aliciente para sentirse viva. Trae nuevos brillos a tu persona, te hace sentir deseada, amada. Ellos suelen ser muy detallistas y como no quieren perderte tan rápido suelen no presionar tanto.
No lo niego que esos tres meses que vivimos nuestros encuentros amorosos fueron los mejores. Con Emiliano perdí el pudor a andar desnuda dentro y fuera de la habitación. Nunca encontró un defecto en mí, que mis piernas flacas, que mis brazos gordos, o mis pechos pequeños. Nada de ello. Me llenaba de besos cuando empezaba por sentir vergüenza y otra vez volvíamos a la cama.
David regresó al segundo mes, las cosas no funcionaron con su novio. Se puso medio celoso porque lo dejaba de lado por Emiliano, luego comprendió y fue cómplice de mis salidas cuando mis amigas preguntaban por mis desapariciones de las reuniones.
Pero no todas las historias tienen un final feliz. Cuando tienes este tipo de relaciones, las condiciones son que no te debes enamorar, pero sabemos que es imposible porque el corazón suele ser traicionero y Emiliano terminó por confesarme su amor.
No quería seguir viéndome a escondidas, pretendía ser el hombre a quien presentara como mi pareja. Como no acepté terminamos por alejarnos.
No lo niego extrañaba sus caricias, sus abrazos, su cuerpo pegado al mío, deseaba respirar su sudor después de hacer el amor, pero era lo mejor para los dos. Después de tantos mensajes y llamadas sin contestar aceptó que la relación como las buenas historias también se acaban.
Al pasar cuatro meses recibí una llamada de un número desconocido, cuando contesté reconocí su voz.
-  No me cuelgues por favor. No llamo para verte, te llamo para decirte que ya tengo novia.
-  Qué bien, te felicito. Espero que seas feliz con ella.
-  Gracias y espero también que tú encuentres a esa persona que te haga feliz y dejes de tener relaciones bajo el agua – eso sí dolió, pero no respondí, dejé que continuara -. Se llama Alicia y la quiero mucho.
-  Bien por ti – mis palabras sonaron un poco ahogas y rogué que no hubiera notado el cambio de mi voz.
Se despidió con un beso.
Ahora, pasado unas semanas, tenía entre manos la tarjeta de invitación a su matrimonio que David se encargó de traerme gentilmente.
- Conozco a la muchachita y déjame decirte que sí está muy simpática y de cuerpo….
-  ¡No sigas por favor! – subí la voz.
-  ¿Y que harás?
- Dirás, ¿qué haremos? Hace tiempo que quería comprarme un nuevo vestido. Así que nos caería bien disfrutar de la fiesta un nuevo matrimonio y felicitar al niño que alguna vez fue mío – le digo sonriendo y rogando que su matrimonio sea duradero y no sea uno de los tantos sin un final feliz.

7 comentarios:

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    1. Elegante y digna forma de renunciar a tu affaire fue la que tuviste querida Fermina. Es fácil enamorarse, lo difícil es dar un paso al lado y salirse de algo a lo que uno, por razón y por intuición no le ve futuro.
      Admirable, me sorprendes.

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  2. Me suena muy interesante... Pero aveces el amor es traicionero y por eso suelen decir que el que se enamora pierde... Fermina desde un principio sabia que no habia futuro, pero mientras se pudo se divertio... Bien por ella!!!

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  3. Como siempre deliciosa tu historia, siempre me envuelves y me atrapas, es triste pero es real, y aunq conozco muchas parejas q si han logrado superar el obstáculo de la edad, pues tal vez fue lo mejor para ella, muy sabia decisión, lo importante y como decimos acá: "lo bailado qien se lo qita?"

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  4. Kierooo maaaas ....pude revivir todos mis sentidos

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  5. La vida dá muchas vueltas, nunca sabemos a quien podemos tener en la cama, o a quien podemos perder en la cama.

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  6. el amor es el amor, nada que hacer.

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