Las
sorpresas que te da la vida a veces es como un golpe contra la pared, un
despertar a mitad del desierto, una cachetada de ida y vuelta sin chance a una respuesta.
Fue
lo que me pasó cuando conocí a mi inseparable amigo David. Una vieja amistad me
lo presentó más por cortesía que por ganas de hacerlo.
Prefiero
ser sincera, eran familiares y al ‘tipo’ le daba vergüenza presentar a un primo
gay.
En
adelante con David iniciaríamos una de las amistades más sólidas. Cómplice de
mis tantas historias, metidas de mata y un hombro en donde apoyarme cuando la
felicidad como la tristeza hacían mella en mi intrincada vida. Como dice una
vieja frase que corre de muro en muro en Facebook: “De tanto que tropiezo hasta caigo con estilo”.
Con
la química a cuestas, las llamadas incesantes y las salidas de fines de semana
hacían de esta mujer la más feliz. Y fue en una visita a uno de las bares de
moda en la zona nice que David bautizó como la calle “kardashians” debido a que
la gentita de Dallas concurría a exhibir sus mejores prendas, a posar para las
cámaras, a mostrar su BMW recién adquirido, a mostrar sus sonrisas perfectas.
Los
bares estaban atiborrados de personas de todas las edades. A mis amigas, David
les cayó súper bien, y a él no le importó alejarse por un tiempo de su ambiente
(discos y bares gay) para acompañarme.
Pero
un sábado mientras conversábamos en la barra, David se acercó para decirme al
oído.
- Ves
a ese tipo bajito y calvo que está en el extremo de la barra no te quita la
mirada. Lo he visto hacer lo mismo semanas anteriores – su confesión me tomó
por sorpresa. Mis amigas no prestaron atención a David y continuaban
platicando. Me uní a la conversación para luego sutilmente ver al hombre. David
tenía razón, era de mi talla o quizás menos (y eso que no soy una gigante),
estaba llenito. Conversaba con el barman, pero se veía muy serio. Calculé que
debía estar en los cuarenta, que por ese entonces me faltaban cinco años para
alcanzarlo.
No
hablamos más del tema, una de mis amigas quiso ir a otro local donde habían
llegado sus amigos de Oklahoma.
Pero
a la siguiente semana el hombre bajito y poco agraciado estaba en el mismo
extremo de la barra. Como el local estaba lleno encontramos espacio unos
centímetros del hombre. David buscaba en él alguna señal que lo delatara que
era de su equipo.
- No
mujer el tipo es más macho que un semental, pero si fuera más atractivo te
diría que te lo cogieras.
- No
digas eso – sonreí llevando mi copa de margarita a la boca. Todos encontramos a
alguien a quien amar.
- Entonces
hazle el favor – sonrío mientras pedía otra ronda de margaritas. En ese momento
aparecieron un grupo de estudiantes que sin querer nos empujaron ocasionando
que la mitad de mi margarita fuera a parar en la camisa del tipo que me clavó
la mirada.
- Discúlpame
por favor – le dije ante la sorpresa de David que también le habían tirado los
dos vasos.
- No
te preocupes, siempre traigo una camisa extra en el auto – me dijo tomando
servilletas para limpiar su abdomen. Con una señal le dijo al Batman que no
había problema, y los chicos no cesaban en disculparse por el gesto. David les expresó
que todo estaba bien, que podían regresar a su mesa. Cuando giré el hombre
había desaparecido. Cruzamos miradas con David, pero al poco rato ingresaba al
local puesto una camisa azul.
Vino
directo a nosotros.
- Solucionado
el problema – sonrío para luego presentarse -. Me llamo Valentino, pero todos
me conocen como Tino. Déjenme invitarles un trago.
- No
amigo al contrario somos nosotros los que le debemos uno – David se adelantó al
escuchar su voz melodiosa. Tino apenas le llegaba al cuello.
Antes que
pudiéramos seguir con la plática aparecieron mis amigas a quienes esperábamos.
Les presenté a Tino que mostró una sonrisa. Ellas al ver su talla y su rostro
poco agraciado no quisieron perder su tiempo. Rebeca, era la más excitada. En
la cochera había visto un Ferrari rojo recién comprado. Según ella sobrepasaba
los cien mil dólares.
- Así que he
venido a buscar al dueño, no me importa que me coja con tal de sentir esos
asientos de cuero y sentir la velocidad. Hasta dicen que esos carros conducen
solos si les programas la ruta a tu casa.
- Mamita si es así, ese adonis está aquí dentro. Te
acompaño si gustas - le dijo David. Mis demás amigas se fueron al baño.
- Cosa de mujeres - le dije a Tino al quedarnos solos.
- Lo sé, pero no impedirá que te invite un trago ¿no?
Acepté. Me
preguntó a qué me dedicaba y el peor error es dejar que una mujer hable. Le
conté casi toda mi vida y si me vi interrumpida fue por la llegada de David con
mis amigas. Querían ir a un nuevo local que se había inaugurado. Tino aceptó
acompañarnos.
- Que te lleve tu Romeo hija yo llevaré a las zorras -
me dijo al oído David.
Si esa noche la
sorpresa fue conocer a Tino, otra mayor fue cuando el muchacho del valet
parking trajo el auto del cual Rebeca tanto soñaba y se había pasado la noche
buscando al dueño.
- No quise quitarle la ilusión a tu amiga. Ella
buscaba un actor de cine y yo no lo soy - me dijo dándole veinte dólares de
propina al chico.
- ¿Quién eres realmente?
- Digamos que un hombre de negocios- sonrió.
En el camino David me fue dirigiendo por
teléfono para llegar al local. Si la admiración de mis amigas fue verme con un
hombre mediano, calvo y gordito, bajar del Ferrari junto a Tino fue un duro
golpe a su ego.
No quiero pecar
que sangrona, pero esa noche no ingresé al local con mis amigas. Si llevé a
Tino conmigo fue para restregarles en la cara el error que cometieron al despreciarlo.
Fuimos a un bar
más calmado, luego muy cortés me llevó a mi casa y nos despedimos con un beso
cerca de mis labios.
No lo niego me
parecía un hombre interesante, pero no quise llevarlo a mi cama en la primera
cita. Además se fue con la promesa que cenaríamos al día siguiente. Y claro que
llegó el día que unimos nuestros cuerpos.
- Te he visto con mejores hombres – me dijo David por
teléfono -, pero el dinero le hace más guapo que a mi novio platónico, Bradley
Cooper, pero la neta hijita ¿qué le viste al tipo?
- Tú lo has dicho he estado con hombres mucho mejores,
pero físicamente. Atractivos de la cintura para arriba, pero Tino es muy
atractivo de la cintura para abajo.
- ¡Nooo! Cuéntamelo todo y si quieres exagera hijita.
La química con
Tino fluyó en la cena. Me llevó a un restaurante exclusivo donde todos los
mozos conocían a mi anfitrión, nos trataron como si fuéramos la pareja
presidencial. Cuando regresaba del baño me acerqué a una de las meseras para
preguntarle el por qué del trato tan especial.
- Valentino es
el dueño de este restaurante y de seis más. Nunca suele traer mujeres a cenar.
Usted debe ser muy especial para él – sonrió antes de continuar su camino.
¿Cómo digieres
esto? Nunca antes había salido con una persona adinerada. Siempre he escuchado
que la mayoría de ellos son arrogantes, se creen dioses y tratan a todos como
esclavos y ni que hablar del trato a sus parejas.
Además tenía un
presentimiento que por más que tratara de hacer bien las cosas, ambos no estábamos
destinados a estar juntos para siempre, pero eso no impedía pasarla bien.
Esa noche sabía
que no alargaríamos más la angustia así que los besos se iniciaron en su coche,
pero necesitábamos más, queríamos recorrer nuestros cuerpos, sin volante, ni
nada que nos molestase.
En veinte
minutos estábamos en su casa, con el detallito que en cada luz roja del semáforo
nos besábamos, nos tocábamos, nos deseábamos tanto como si ambos hubiéramos
salido minutos antes del penal y queríamos un contacto carnal después de tantos
años de austeridad sexual.
No llegamos ni
a su habitación. En su sala rodeada de muebles, cuadros en las paredes y
esculturas en cada rincón me desnudó despacio, mientras me besaba. Me dejó
desnuda ante él, me miraba deseándome tanto, que hasta se me erizó la piel.
También lo
desnudé pausadamente, besándole cada poro de su piel, quería que me deseara
cada segundo que pasaba. Entrelazos sin dejar de besarnos me guió hasta su
cuarto. Me acostó en la cama, me besó de arriba a abajo y de abajo a arriba, los
pechos y la espalda. Me estremeció con sus dedos dentro de mí, me ahogaba con
su lengua, lo deseaba como pocas veces he deseado a un hombre.
Me penetró despacio, mirándome a los ojos, sintiendo cada milímetro de mi vagina, y yo sintiéndole cada milímetro de su pene, cada vez más deprisa, y más, hasta que nos fundimos en uno mismo. Gocé este encuentro como pocas veces lo he hecho.
Me penetró despacio, mirándome a los ojos, sintiendo cada milímetro de mi vagina, y yo sintiéndole cada milímetro de su pene, cada vez más deprisa, y más, hasta que nos fundimos en uno mismo. Gocé este encuentro como pocas veces lo he hecho.
No conté
cuantos orgasmos experimenté, pero sé que fueron muchos y eso le excitaba más.
Llego la mañana
y ambos teníamos que retomar nuestras vidas.
El siguiente fin de semana me estaba esperando. Mis amigas dejaron de ver su físico, Tino se portó muy bien con ellas. Esa noche invitó todas las bebidas y el más feliz fue David que estaba acompañado de un joven que conoció días antes.
El siguiente fin de semana me estaba esperando. Mis amigas dejaron de ver su físico, Tino se portó muy bien con ellas. Esa noche invitó todas las bebidas y el más feliz fue David que estaba acompañado de un joven que conoció días antes.
De madrugada todos
tomamos rumbos diferentes y otra vez estaba con Tino en su casa. Tuve el sexo
más completo en muchos años, y lo mejor era saber, que así sería en las
siguientes semanas.
Pasamos el
invierno juntos, y en primavera falleció su madre. Una ferviente católica, y
eso cambió todo.
Fui a la casa de
Tino pasado un mes del velorio, y su sala y habitación se convirtieron en un
santoral, había cristos en las paredes y santos de todo tipo en la casa. Todos
me miraban, era imposible estar en esa situación. No podía, era una sensación
extraña, aquellos ojos observando mis pechos, mi abdomen, mi coño. ¡Todo!
¿Cómo podía ser
yo? Se lo dije. Por más que quería concentrarme, la mirada de todos esos santos
era como fornicar en una iglesia. Sus ojos inquisidores me mataban. A los
veinte minutos estaba de vuelta en mi casa.
Tino no estaba
dispuesto a deshacerse de las imágenes. Eran un recuerdo de su madre, y yo no regresaría
a su casa mientras esos santos fueran parte de su decorado.
No volvimos a
estar juntos, se puede decir que la religión nos separó.
Después de algunos años me lo encontré en un autocar. Era el conductor de uno de los autos deportivos. Cruzamos una mirada pícara y nostálgica. Me sonrió.
Después de algunos años me lo encontré en un autocar. Era el conductor de uno de los autos deportivos. Cruzamos una mirada pícara y nostálgica. Me sonrió.
Ufff... qué triste el cambio de Tino, siempre hay algunos que pierden todo su "imperio" a la muerte de sus progenitores.
ResponderEliminarK TAL CAMBIO DESPUES DE TENERLO TODO PS NI MODO , LA MUERTE DE LOS PADRES DEBE DE AFECTAR MUCHO EN LA VIDA Y DEPENDE COMO SE SOBRE LLEVE.
ResponderEliminarLa muerte es la piedra de toque. No es nada, porque a nada conduce y la muerte de lis padres no es mas que su oblifacion para con los hijos, que aprendan a navegar solos, caso que no nos ocupa, de que le valia coger tan lindo si no era mas que una marioneta bajo las faldas de su madre, seria follador, pero de hombre poco, se lo merecia.
ResponderEliminarMuy bien dicho...
Eliminar“De tanto que tropiezo hasta caigo con estilo”. me gusta esa frase y que triste que el romance no siguio, pintaba muy interesante.
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