domingo, 19 de febrero de 2012

AMOR CIBERNETICO


Si nos sentamos un momento en la banca de algún parque al estilo Forrest Gump y escucháramos las historias de las personas nos daríamos cuenta que nuestros problemas, que pensamos son de lo más increíbles, verán que resultan nada en comparación con los otros.

En los más de quince años que llevo trabajando en el banco como cajera y atención al cliente he escuchado y visto más de lo que debería.
Para empezar una mujer tiene que ir presentable y más si quieres estar siempre en la mira de todo hombre. Los piropos, invitaciones a cenar o asistir a algún evento social nunca faltaban en mi escritorio, pero tenía una regla que nunca pasé por alto y era: no salir con hombres casados, pero no sucedía lo mismo con hombres menores que yo. Primero fueron ocho años luego le subí a diez, y algo me dice que pronto lo remontaré a quince años; te topas con cada monumento, pero el temor crece porque ahora no sabes si son bien hombrecitos para estar con una mujer o son ‘bien hombrecitos para aguantar’,  y esta frase la aprendí de David, que es como un catador, no de vinos sino de hombres, basta que los mire por unos segundos y me tiene la respuesta. Hasta la fecha no ha fallado, incluso en las tres ocasiones en que creí que se había equivocado, el tiempo me hizo tragar las palabras que le dije.
Pero este capítulo no es para hablar de mí, sino para escribir una historia digna de contarla.
Convivir con más de veinte personas no es fácil, todos tiene sus personalidades, defectos, virtudes, como sus propios problemas.
Victoria era una de ellas. Esta mujer que sobrepasaba las cinco décadas, era la trabajadora más antigua del banco y estaba demás decir que era el centro de burlas del personal: “cuando se abrió el primer banco en el mundo ella ya contaba con seis años de experiencia”. Era una de las tantas bromas que hacíamos en secreto.
Todos los empleados sabíamos que llevaba siete años de soltera, su esposo murió de un paro cardiaco dejándola con sus tres hijos, todos ellos profesionales y sólo su última hija de veintisiete años seguía soltera y era con quien vivía.
A diferencia de los demás trabajadores, Victoria contaba con una paciencia que nunca nos dejaba de sorprender, era tan buena que apostaría que si la lleváramos a un kinder, ella podría con toda una manada de chamacos. No en vano era la más querida por el manager, y los clientes de todas las edades preferían tratar con ella que con nosotros.
Cuando murió su esposo se apagó un poco y bajó de peso, pero al poco tiempo volvió a ser la misma Victoria con quien disfrutaba almorzar en el comedor mientras los demás se iban a comer a la calle.
-  Llevo chateando con un hombre menor que yo hace tres meses – me dijo cuando sacaba su lonche del microondas y yo me alistaba a desaparecer la ensalada de verduras que preparé por la mañana.
No supe qué decirle. Tampoco quise que se me escapara alguna risa sarcástica. Claro que hubo sorpresa en mi rostro, noticias como esa no ocurren a diario. Al ver que no me burlé continuó.
-  Se llama Ernesto y es veinticuatro años menor que yo, lo que es peor creo que estoy enamorada de él.
¿Alguien sabe cómo actuar cuando una persona te dice este tipo de noticias? Nadie está preparado para estas historias, es igual a un conflicto bélico, nadie está listo al ciento por ciento para tomar armas y enfrentar al enemigo.
-  ‘Que estupidez’, dirás por dentro, pero ya no aguanto seguir callando esto. A veces me alegra mucho. Amanece el día y saber que alguien te quiere es lo más bello y tierno, pero a la vez cuando pienso más con la cabeza que con el corazón me doy cuenta que la idiota soy yo, al soñar con un amor imposible. Hasta hace unos días era controlable, solo era chatear, pero Ernesto me acaba de pedir una foto, tal como él lo hizo desde que empezamos a conversar.
-  ¿Y qué harás?
- Le prometí una foto para mañana. Todo pareció tan fácil, pero mírame, ambas sabemos que yo no estoy en condiciones de decirle, mira ésta soy yo. Mis canas, mi cuerpo ya tuvieron sus primaveras.
En ese momento tenía tantas preguntas en la cabeza que no sabía por dónde empezar. Quizás, ¿cómo conoció al muchacho? Y me muestra las fotos en su celular. Muy simpático, llenito, sonrisa risueña y ojos profundos. Un hombre que se sentía muy seguro de sí. Y antes de continuar con la plática me percato de un detalle, si Victoria no me había confesado su secreto así porque sí, es porque ella quería mi ayuda.
-  Antes que me cuentes todo el melodrama, dime qué favor quieres que te haga.
-  ¿Qué dices Mina?
- Vamos Victoria, ¿cuánto tiempo nos conocemos? Más de quince años. Te he contado mis cosas, he escuchado las tuyas, pero ninguna de las dos nunca contó algo tan personal.
-  Quiero que te hagas pasar por mí.
-  Lo haría con mucho gusto, pero la mentira siempre sale a la luz. Él vive en Dallas, y es probable que algún día nos topemos en algún bar y haya problemas. ¿Por qué no le dices la verdad? Así dejas de martirizarte.
-  Sabía que no aceptarías. Eras mi última esperanza. A nadie más le tengo confianza aquí en el trabajo. Sólo te pido que guardes el secreto – así lo hice y el resto de tiempo lo aprovechamos en comer y hacer uno que otro comentario.
Al día siguiente llegó al trabajo puntual como siempre y se fue a su casa a las cinco de la tarde. Durante el lonche no pudimos conversar, tres colegas decidieron acompañarnos y cuando la abordé en su auto, con una sonrisa y un abrazo me dijo que no me preocupara que todo estaba bajo control. Frase trillada y que me dejó muchas dudas.
En los días sucesivos me evitó y yo no quise acosarla. Opté por mantenerme alejada. En esos conocí a un profesor de artes; soltero, pero con dos hijos. Pasé por alto este detalle porque a mi edad es imposible encontrar hombres sin hijos, todos vienen con paquete incluido.
Me gustaba platicar mucho con él, amaba su profesión, que Picasso por aquí, que los griegos por acá, que Beethoven esto y yo engatusada por tanto conocimiento, pero una mañana Victoria apareció en mi oficina.
-  Necesito hablar contigo – me dijo. Me levanté del sillón, mis demás compañeros seguían en lo suyo, era normal que Victoria se acercara a cualquier oficina.
-  Las cosas se salieron de mis manos.
-  ¿Qué pasó? – me apresuré a cerrar la puerta. Ella se sentó.
-  Al no tener una foto en la computadora encontré las fotos de mi hija Liset y se lo pasé sin su permiso. Ernesto quedó encantadísimo. Las conversaciones continuaron, las promesas de amor se fortalecieron y cuando me di cuenta ya era demasiado tarde como para decirle la verdad.
Su semblante se vino abajo, Victoria estaba mal anímicamente y algo me dijo que eso no era todo lo que me quería decir. Mi sexto sentido no se había equivocado.
-  Mi hija encontró las fotos de Ernesto, me preguntó quién era, le dije que un amigo del trabajo. Está muy simpático, me dijo. En ese momento sentí que el corazón se me estrujaba, pero fue cuando vi todo claro. Liset siempre tuvo problemas con sus antiguas parejas y yo, seamos realistas, mi relación con él nunca se haría realidad. Cuando se enterara quién soy realmente dejaría de hablar conmigo. Me senté con mi hija y le conté parte de la verdad. Como jugando empezaron a conversar y ahora mi hija se la pasa en su cuarto chateando con Ernesto, y ayer se vieron por primera vez. Fue la noche más horrible que he pasado.
Allí me percaté el porqué del exceso de maquillaje ese día, era para cubrir sus ojeras.
-  Ellos salieron y hoy por la mañana mi hija muy emocionada me contó que anoche Ernesto le llevó flores y le pidió ser su novia, y ella aceptó – unas lágrimas se le escaparon y recorrieron sus mejillas estropeando su abultado maquillaje.
Disimuladamente me acerqué a abrazarla, claro que para ese entonces más de un compañero se  percató de la escena.
-  ¿Qué podía hacer? Él merece una mujer de su edad y no una vieja como yo.
- Victoria, creo que no es el momento ni el lugar indicado para este tipo de confesiones.
-  Estoy destrozada, no me importa si el resto me ve llorando, les diremos que un familiar mío acaba de morir. Es más, pediré permiso, me iré temprano.
-  ¿Pero a dónde? En tu estado eso no es bueno.
-  Estaré bien – me dijo y salió de mi oficina ante la mirada de todos. Tomó su bolsa de su escritorio y se dirigió a la oficina del manager. A los cinco minutos subió a su auto.
Cuando me disponía a seguirla, me llegó un mensaje: “Estaré bien, mañana será otro día”.
Victoria llegó a la mañana siguiente restablecida para los demás, pero conmigo no podía fingir. Luego del trabajo empecé por acompañarla a su casa y quedarme hasta altas horas de la noche, y fui testigo de aquel día cuando Liset presentó oficialmente a su novio a su madre.
Victoria fue muy fuerte, le estrechó la mano a Ernesto, sonrío, y con voz tierna los bendijo; eso sí, nunca le miró a los ojos.
Pasado un tiempo Victoria se acostumbró a verlos juntos.
Una mañana me dijo al oído: “ya está todo consumado, después de dos meses ayer fue la primera noche que no lloré”.  
Dos semanas después creí en sus palabras cuando la vi sonreír, no forzadamente, sino que era una sonrisa natural, aquella que siempre nos regalaba en horas de trabajo.
-  Estás invitada a una boda – me dijo mientras comíamos -. Liset y Ernesto se casarán en seis meses -. Casi me atraganté con la papa con queso que comía a la hora del lonche.
-  ¿Qué carajos dices?
-  Ernesto le pidió matrimonio a mi hija y ella aceptó – por más que quiso evitarlo unas lágrimas se le escaparon.
Ahora recuperada, y pasado varios años, en una de sus tantas visitas a mi departamento recordamos la historia. Victoria es abuela de unos preciosos mellizos y es ella misma quien me pide que cuente su historia, claro, obviando su nombre real.

7 comentarios:

  1. Ay!! Tengo mi corazón apachurrado, claro q estas cosas pasan, y aunq parezcan ficción son ciertas ...
    Como siempre excelente, espero al próxima!!

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  2. Impresionante, que fortaleza manifestada en esta simple mujer. El amor combinado con la mentira, con el azar, con la vida tal cual es. Excelente historia. Mis felicitaciones!

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  3. Me pregunto si yo haría lo mismo, es tan complicado. Cuando lees algo como esto te das cuenta que a veces lloras por tonterías, solo porque las lágrimas las tienes a flor de piel.

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  4. Que pena la historia de esta mujer, todo lo que ha sentido Victoria me lo has transmitido. Mi enhorabuena y espero con ansias el siguiente capítulo.

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  5. increible, vaya q valentia por parte de victoria, empezo una historia con mentiras y termino por aceptar los resultados de ello, bueno esto puede pasar, soy de las personas q piensan q las cosas pasan por algo, gracias a su mentira su hija conocio el amor y construyo una familia, gracias a victoria x contar su historia.

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  6. wow!! que cosas se me salieron las lagrimas. Todos tenemos derecho a amar no importa nuestra edad... pobre victoria

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  7. Ufff... las mentiras nunca llegan a ningún lado bueno.

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