Si nos
sentamos un momento en la banca de algún parque al estilo Forrest Gump y escucháramos
las historias de las personas nos daríamos cuenta que nuestros problemas, que
pensamos son de lo más increíbles, verán que resultan nada en comparación con
los otros.
En los más
de quince años que llevo trabajando en el banco como cajera y atención al
cliente he escuchado y visto más de lo que debería.
Para
empezar una mujer tiene que ir presentable y más si quieres estar siempre en la
mira de todo hombre. Los piropos, invitaciones a cenar o asistir a algún evento
social nunca faltaban en mi escritorio, pero tenía una regla que nunca pasé por
alto y era: no salir con hombres casados, pero no sucedía lo mismo con hombres
menores que yo. Primero fueron ocho años luego le subí a diez, y algo me dice
que pronto lo remontaré a quince años; te topas con cada monumento, pero el
temor crece porque ahora no sabes si son bien hombrecitos para estar con una
mujer o son ‘bien hombrecitos para
aguantar’, y esta frase la
aprendí de David, que es como un catador, no de vinos sino de hombres, basta
que los mire por unos segundos y me tiene la respuesta. Hasta la fecha no ha
fallado, incluso en las tres ocasiones en que creí que se había equivocado, el
tiempo me hizo tragar las palabras que le dije.
Pero este
capítulo no es para hablar de mí, sino para escribir una historia digna de
contarla.
Convivir
con más de veinte personas no es fácil, todos tiene sus personalidades,
defectos, virtudes, como sus propios problemas.
Victoria
era una de ellas. Esta mujer que sobrepasaba las cinco décadas, era la
trabajadora más antigua del banco y estaba demás decir que era el centro de
burlas del personal: “cuando se abrió el primer banco en el mundo ella ya contaba
con seis años de experiencia”. Era una de las tantas bromas que hacíamos en
secreto.
Todos los
empleados sabíamos que llevaba siete años de soltera, su esposo murió de un
paro cardiaco dejándola con sus tres hijos, todos ellos profesionales y sólo su
última hija de veintisiete años seguía soltera y era con quien vivía.
A
diferencia de los demás trabajadores, Victoria contaba con una paciencia que
nunca nos dejaba de sorprender, era tan buena que apostaría que si la
lleváramos a un kinder, ella podría con toda una manada de chamacos. No en vano
era la más querida por el manager, y los clientes de todas las edades preferían
tratar con ella que con nosotros.
Cuando
murió su esposo se apagó un poco y bajó de peso, pero al poco tiempo volvió a
ser la misma Victoria con quien disfrutaba almorzar en el comedor mientras los
demás se iban a comer a la calle.
- Llevo
chateando con un hombre menor que yo hace tres meses – me dijo cuando sacaba su
lonche del microondas y yo me alistaba a desaparecer la ensalada de verduras
que preparé por la mañana.
No supe qué
decirle. Tampoco quise que se me escapara alguna risa sarcástica. Claro que
hubo sorpresa en mi rostro, noticias como esa no ocurren a diario. Al ver que
no me burlé continuó.
- Se
llama Ernesto y es veinticuatro años menor que yo, lo que es peor creo que
estoy enamorada de él.
¿Alguien
sabe cómo actuar cuando una persona te dice este tipo de noticias? Nadie está
preparado para estas historias, es igual a un conflicto bélico, nadie está
listo al ciento por ciento para tomar armas y enfrentar al enemigo.
- ‘Que
estupidez’, dirás por dentro, pero ya no aguanto seguir callando esto. A veces
me alegra mucho. Amanece el día y saber que alguien te quiere es lo más bello y
tierno, pero a la vez cuando pienso más con la cabeza que con el corazón me doy
cuenta que la idiota soy yo, al soñar con un amor imposible. Hasta hace unos
días era controlable, solo era chatear, pero Ernesto me acaba de pedir una
foto, tal como él lo hizo desde que empezamos a conversar.
-
¿Y
qué harás?
- Le prometí
una foto para mañana. Todo pareció tan fácil, pero mírame, ambas sabemos que yo
no estoy en condiciones de decirle, mira ésta soy yo. Mis canas, mi cuerpo ya
tuvieron sus primaveras.
En ese
momento tenía tantas preguntas en la cabeza que no sabía por dónde empezar.
Quizás, ¿cómo conoció al muchacho? Y me muestra las fotos en su celular. Muy
simpático, llenito, sonrisa risueña y ojos profundos. Un hombre que se sentía
muy seguro de sí. Y antes de continuar con la plática me percato de un detalle,
si Victoria no me había confesado su secreto así porque sí, es porque ella
quería mi ayuda.
- Antes
que me cuentes todo el melodrama, dime qué favor quieres que te haga.
- ¿Qué
dices Mina?
- Vamos
Victoria, ¿cuánto tiempo nos conocemos? Más de quince años. Te he contado mis
cosas, he escuchado las tuyas, pero ninguna de las dos nunca contó algo tan
personal.
- Quiero
que te hagas pasar por mí.
- Lo
haría con mucho gusto, pero la mentira siempre sale a la luz. Él vive en
Dallas, y es probable que algún día nos topemos en algún bar y haya problemas. ¿Por
qué no le dices la verdad? Así dejas de martirizarte.
- Sabía
que no aceptarías. Eras mi última esperanza. A nadie más le tengo confianza
aquí en el trabajo. Sólo te pido que guardes el secreto – así lo hice y el
resto de tiempo lo aprovechamos en comer y hacer uno que otro comentario.
Al día
siguiente llegó al trabajo puntual como siempre y se fue a su casa a las cinco
de la tarde. Durante el lonche no pudimos conversar, tres colegas decidieron
acompañarnos y cuando la abordé en su auto, con una sonrisa y un abrazo me dijo
que no me preocupara que todo estaba bajo control. Frase trillada y que me dejó
muchas dudas.
En los
días sucesivos me evitó y yo no quise acosarla. Opté por mantenerme alejada. En
esos conocí a un profesor de artes; soltero, pero con dos hijos. Pasé por alto
este detalle porque a mi edad es imposible encontrar hombres sin hijos, todos
vienen con paquete incluido.
Me gustaba
platicar mucho con él, amaba su profesión, que Picasso por aquí, que los
griegos por acá, que Beethoven esto y yo engatusada por tanto conocimiento,
pero una mañana Victoria apareció en mi oficina.
- Necesito
hablar contigo – me dijo. Me levanté del sillón, mis demás compañeros seguían
en lo suyo, era normal que Victoria se acercara a cualquier oficina.
- Las
cosas se salieron de mis manos.
- ¿Qué
pasó? – me apresuré a cerrar la puerta. Ella se sentó.
- Al
no tener una foto en la computadora encontré las fotos de mi hija Liset y se lo
pasé sin su permiso. Ernesto quedó encantadísimo. Las conversaciones continuaron,
las promesas de amor se fortalecieron y cuando me di cuenta ya era demasiado
tarde como para decirle la verdad.
Su
semblante se vino abajo, Victoria estaba mal anímicamente y algo me dijo que
eso no era todo lo que me quería decir. Mi sexto sentido no se había
equivocado.
- Mi hija
encontró las fotos de Ernesto, me preguntó quién era, le dije que un amigo del
trabajo. Está muy simpático, me dijo. En ese momento sentí que el corazón se me
estrujaba, pero fue cuando vi todo claro. Liset siempre tuvo problemas con sus
antiguas parejas y yo, seamos realistas, mi relación con él nunca se haría
realidad. Cuando se enterara quién soy realmente dejaría de hablar conmigo. Me
senté con mi hija y le conté parte de la verdad. Como jugando empezaron a
conversar y ahora mi hija se la pasa en su cuarto chateando con Ernesto, y ayer
se vieron por primera vez. Fue la noche más horrible que he pasado.
Allí me
percaté el porqué del exceso de maquillaje ese día, era para cubrir sus ojeras.
- Ellos
salieron y hoy por la mañana mi hija muy emocionada me contó que anoche Ernesto
le llevó flores y le pidió ser su novia, y ella aceptó – unas lágrimas se le
escaparon y recorrieron sus mejillas estropeando su abultado maquillaje.
Disimuladamente
me acerqué a abrazarla, claro que para ese entonces más de un compañero se percató de la escena.
- ¿Qué
podía hacer? Él merece una mujer de su edad y no una vieja como yo.
- Victoria,
creo que no es el momento ni el lugar indicado para este tipo de confesiones.
- Estoy
destrozada, no me importa si el resto me ve llorando, les diremos que un
familiar mío acaba de morir. Es más, pediré permiso, me iré temprano.
- ¿Pero
a dónde? En tu estado eso no es bueno.
- Estaré
bien – me dijo y salió de mi oficina ante la mirada de todos. Tomó su bolsa de
su escritorio y se dirigió a la oficina del manager. A los cinco minutos subió
a su auto.
Cuando me
disponía a seguirla, me llegó un mensaje: “Estaré bien, mañana será otro día”.
Victoria llegó
a la mañana siguiente restablecida para los demás, pero conmigo no podía
fingir. Luego del trabajo empecé por acompañarla a su casa y quedarme hasta
altas horas de la noche, y fui testigo de aquel día cuando Liset presentó
oficialmente a su novio a su madre.
Victoria
fue muy fuerte, le estrechó la mano a Ernesto, sonrío, y con voz tierna los
bendijo; eso sí, nunca le miró a los ojos.
Pasado un
tiempo Victoria se acostumbró a verlos juntos.
Una mañana
me dijo al oído: “ya está todo consumado, después de dos meses ayer fue la
primera noche que no lloré”.
Dos
semanas después creí en sus palabras cuando la vi sonreír, no forzadamente,
sino que era una sonrisa natural, aquella que siempre nos regalaba en horas de
trabajo.
- Estás
invitada a una boda – me dijo mientras comíamos -. Liset y Ernesto se casarán
en seis meses -. Casi me atraganté con la papa con queso que comía a la hora
del lonche.
- ¿Qué
carajos dices?
- Ernesto
le pidió matrimonio a mi hija y ella aceptó – por más que quiso evitarlo unas
lágrimas se le escaparon.
Ahora recuperada, y pasado varios años, en una de
sus tantas visitas a mi departamento recordamos la historia. Victoria es abuela
de unos preciosos mellizos y es ella misma quien me pide que cuente su
historia, claro, obviando su nombre real.
Ay!! Tengo mi corazón apachurrado, claro q estas cosas pasan, y aunq parezcan ficción son ciertas ...
ResponderEliminarComo siempre excelente, espero al próxima!!
Impresionante, que fortaleza manifestada en esta simple mujer. El amor combinado con la mentira, con el azar, con la vida tal cual es. Excelente historia. Mis felicitaciones!
ResponderEliminarMe pregunto si yo haría lo mismo, es tan complicado. Cuando lees algo como esto te das cuenta que a veces lloras por tonterías, solo porque las lágrimas las tienes a flor de piel.
ResponderEliminarQue pena la historia de esta mujer, todo lo que ha sentido Victoria me lo has transmitido. Mi enhorabuena y espero con ansias el siguiente capítulo.
ResponderEliminarincreible, vaya q valentia por parte de victoria, empezo una historia con mentiras y termino por aceptar los resultados de ello, bueno esto puede pasar, soy de las personas q piensan q las cosas pasan por algo, gracias a su mentira su hija conocio el amor y construyo una familia, gracias a victoria x contar su historia.
ResponderEliminarwow!! que cosas se me salieron las lagrimas. Todos tenemos derecho a amar no importa nuestra edad... pobre victoria
ResponderEliminarUfff... las mentiras nunca llegan a ningún lado bueno.
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